Como Jorge Arizmendi, el protagonista de El bar que se tragó a todos los españoles, el padre de Alfredo Sanzol, natural de San Martín de Unx, también fue cura y decidió dejar el sacerdocio en el año 1963 para marcharse a Estados Unidos en busca de una nueva vida. Su hijo, el dramaturgo y director teatral, ha visto pasados los 45 años en aquella “valiente decisión” el motor de una historia digna de ser contada.

“Un día empecé a pensar sobre este tema y dije: madre mía, qué valiente irse a Estados Unidos sin saber inglés, sin saber qué se iba a encontrar... Mi padre me decía: salí de la Edad Media y aterricé en el siglo XX. Él había sido cura aquí en varios pueblos de Navarra y de Guipúzcoa, en un entorno rural muy cerrado, y de repente aterriza en Nueva York. Ese choque le acompañó toda la vida, le puso un punto de mira respecto a la realidad que le dio siempre mucho ánimo, mucha fuerza”, cuenta Sanzol al hilo del montaje que se pone en escena este viernes y el sábado (ambos días a las 18.00 horas) en el Teatro Gayarre.

Nueve actores para 50 personajes

La obra, en la que nueve actores dan vida a 50 personajes diferentes, ha sido presentada este jueves en el Café Niza por el propio Sanzol, director del Centro Dramático Nacional y autor y director del montaje, y tres miembros del elenco, Elena González, Camila Viyuela y Jesús Noguero, además de la directora gerente del Teatro Gayarre, Grego Navarro. El bar que se tragó a todos los españoles, la historia de Jorge Arizmendi, un cura navarro que en 1963 y con 33 años decide dejar el sacerdocio y viajar a Estados Unidos para aprender inglés y marketing, llega a Pamplona para poner el broche de oro a una gira que está cosechando magníficas críticas.

Es, según sus intérpretes, “un logrado canto a la libertad” y a la fe en que el mundo puede ser un lugar mejor. Y es que el viaje de transformación vital del protagonista representa, según Sanzol, “el viaje de toda una sociedad”, pues “a través de la vida personal de estos personajes vamos conociendo la vida de toda una sociedad española al final del franquismo”. Para Jesús Noguero, esta obra es un despertar, pues “nos creemos que el mundo solo puede ir mal” pero “la función nos abre los ojos a que el mundo también puede ir bien y que la bondad, la belleza y el amor también son patrimonio del ser humano”, algo que, añade, se hace “de una forma magistral” en las tres horas que dura la representación y que, asegura, “se pasan volando”.

Una "centrifugadora de emociones"

Camila Viyuela destaca que Alfredo Sanzol “te permite ser muy generosa y probar, nunca te juzga como actriz y te deja jugar”, y define el montaje como “una historia muy esperanzadora que es, para espectadores e intérpretes, una centrifugadora y un mosaico de emociones”; y Elena González lo corrobora diciendo que “es la función más emocionante” que ha hecho nunca, y es que “habla de la esperanza, la libertad, la tierra y las raíces” en una “lucha hacia delante todo el tiempo” que hace que llegue “al corazón y las tripas” del espectador.

Esta es la segunda obra que dirige Alfredo Sanzol desde que está frente del Centro Dramático Nacional y la primera con un texto propio, “una declaración de principios como director de aportar la dramaturgia contemporánea”, dice, considerando que debía asumir este riesgo puesto que “el teatro tiene un repertorio espectacular de miles de años, pero es esencial la generación de nuevas historias”. El director pone en valor el trabajo tanto de escenografía como de caracterización y vestuario para dar vida al medio centenar de personajes diferentes por parte de los nueve intérpretes participantes. “Se crea otra función coreografiada al milímetro detrás del escenario”, asegura.

Tras las dos funciones en Pamplona, la obra se repondrá en Madrid del 15 de septiembre al 17 de octubre, debido a la demanda de entradas que hubo durante sus representaciones en la capital.