Cuenta Margarita Leoz (Pamplona, 1980) que para ella, los paisajes y escenarios son un personaje más en su escritura. De ahí que su primera novela, Punta Albatros (Seix Barral) tome por título la zona costera y aislada a la que llega un anónimo protagonista en crisis, que huy de su pasado. Pero en esta nueva vida, rodeado de los habitantes de la región, le será inevitable regresar a la memoria y afectos perdidos. Todo ello con una escritura que sugiere, no afirma: “En mis libros es muy importante el lugar del lector, es necesario que complete todos los significados”, dispara.
Casi tres años desde su último libro de relatos, ‘Flores fuera de estación’, llega su primera novela, ‘Punta Albatros’. ¿Es una historia que invitaba a dar el salto en extensión?
-La idea de Punta Albatros se me ocurrió hace diez años, incluso antes de escribir Flores fuera de estación. Quería escribir sobre un hostal situado en una costa salvaje y aislada, donde un grupo de personajes dispares cohabitaría... Y no abandoné esa idea, porque me atraía, pero surgieron los relatos y cuando acabé ese libro, la retomé. Pensaba que iba a ser otro cuento largo más, pero en seguida me di cuenta de que iba a ser más extenso.
Aquella idea primigenia, ¿en qué ha terminado?
-Tenemos un protagonista que se marcha de la ciudad para trasladarse a la región de Punta Albatros. Sin embargo, es alguien quizá bueno para huir, pero malo para persistir en la huida porque el pasado le persigue. Las motivaciones ocultas que motivaron esa huida de la ciudad se van a ir desvelando conforme avanza la novela. Existen dos causas: la primera es la ruptura de su relación sentimental, que es algo que conocemos en las primeras páginas de la novela; y para conocer la segunda causa de la huida, hay que leer el libro (risas).
Estamos ante un protagonista cuya relación sentimental se ha roto, que rememora aspiraciones fallidas... ¿Diría que es un antihéroe?
-Sí, probablemente, como todos mis personajes (risas). No es un personaje que tenga malas cualidades, pero sí es alguien a quien le falta voluntad, con dificultad para enfrentarse a las decisiones del día a día, que le puede a veces la falta de valentía... También desde el principio de la novela se le presenta como alguien venido de fuera a la costa de Punta Albatros y ese nuevo entorno le va a poner a prueba. Me interesaba esa desfamiliarización y tener a un personaje que se ve obligado a salir de su entorno habitual para desplazarse a un nuevo lugar que le es ajeno porque está en crisis y necesita otra perspectiva. Es expulsado de su hábitat y llega a un lugar inhóspito, donde se ve confrontado a personajes distintos a él. Mis protagonistas siempre se encuentran en una situación sin asideros, esa incomodidad me resulta fructífera a nivel literario, como una manera de dar un sentido distinto a la cotidaniedad.
¿Cómo es ese contacto de nuestro protagonista médico, sin nombre, con los personajes que habitan la región de Punta Albatros?
-Los otros personajes se muestran, pero lo que hacen indirectamente es desvelar el carácter y la forma de ser de nuestro protagonista. Todos ellos guardan secretos y vamos a ir descubriendo sus vidas junto al protagonista. En ese sentido, los otros personajes también tienen cierto reflejo con la ambientación. Para mí siempre es muy importante la atmósfera, las descripciones del lugar... Antes que los personajes y las tramas, se me ocurre siempre el escenario donde se van a mover. Y estos personajes están muy relacionados con ese clima agreste, con esas mareas y vientos que azotan la costa... En general, son personajes hoscos, que no se muestran de primeras y que en los primeros meses desconfían del protagonista.
¿A qué lugares miró para diseñar la zona costera de Punta Albatros, donde conviven desde un faro abandonado a acantilados e incluso una isla llamada Goz?
-Todos los topónimos que aparecen -Punta Albatros, la isla de Goz, la playa de Nadie, Lindes, la cala del aire...- son por completo inventados. Sí que hay una fuerte voluntad de sugerir, para el lector de nuestra zona va a resultar natural ubicar la novela en parajes similares a la costa gallega o asturiana. Cuando escribí Punta Albatros y deslocalizar esas referencias automáticas, intenté inspirarme también en la costa atlántica francesa, en Bretaña. Dibujé un mapa con todo, me daba seguridad ese esquema de la geografía donde mis personajes, y en especial el médico protagonista, se iban a mover. Para mí el paisaje es un personaje más que va evolucionando y apoya o se opone a los personajes y sus acciones. La ambientación no siempre discurre acorde con los actos humanos y a veces eso descoloca porque deja a la intemperie a los personajes y, al mismo tiempo, revela la pequeñez del ser humano.
Al hilo del título, ‘Punta Albatros’ entre los marineros los albatros son considerados un símbolo de buen augurio. ¿Este es un libro quizá no optimista, pero sí realista?
-La verdad que no lo sé, este es el tipo de cuestiones que las reflexionas a posteriori. Como los temas, que nunca escribo para vehicular una idea, porque me da la sensación de que las ideas llevan aparejadas explicaciones, certezas morales y posturas recias y yo precisamente busco el cuestionamiento, las dudas y la inquietud. Punta Albatros me pareció un nombre sonoro para la región y hace referencia a esas gaviotas enormes, aunque para mí el albatros más conocido es el de poema de Charles Baudelaire, que representa al poeta romántico y distinto... Igual podríamos hacer conexión con mi personaje (risas). Pero volviendo a la pregunta, es una obra que se enmarca de esa gran área del realismo, donde caben todos los matices. Y a pesar de que no me gustan las etiquetas, sí que me gustaría darle un sentido distinto a la cotidianidad y desfamiliarizar esa etiqueta.
Ha comentado que acostumbra a plantearse temas cuando comienza a escribir, pero ahora que ha finalizado la historia, ¿por dónde diría que transita ‘Punta Albatros’?
-Veo que permanecen los motivos recurrentes de mis otros libros: la búsqueda de la felicidad, el amor y su fracaso, la cotidianidad, las relaciones familiares, las casas y los objetos, el tiempo y su fugacidad, el peso de los recuerdos... Hay cosas que te das cuenta a posteriori, pero otras sí son muy conscientes. Por ejemplo sí tenía claro desde el principio que iba a haber dos planes temporales, pasado y presente, que se iban a alternar. El plano del pasado va desvelando el plano del presente, y en lo que respecta al protagonista en particular, va desentrañando los motivos de su huida. Los recuerdos explican el presente del protagonista y ofrecen una perspectiva nueva sobre las ilusiones perdidas, el desequilibrio entre lo que deseamos en la juventud y aquello en lo que nos acabamos convirtiendo...
Escritura sencilla, que no exime de carga y de sensibilidad. De hecho, Sergio del Molino afirma que hace uso de un bisturí con las palabras.
-Sí, una de las marcas de mi escritura es la sugerencia, decir una cosa para en realidad querer contar otra. Por debajo de las palabras y el discurso literario hay varias lecturas. La escritura es muy detallista y los detalles están para encubrir y enmascarar. Escribo a partir de sensaciones, no de temas. Y en relación a eso, para mí escribir es jugar con los elementos de la superficie y los de las profundidades. Al escribir creamos algo ligero en apariencia, lo que se dice con las palabras, pero deseo que eso tenga una carga de profundidad para crear intriga y significados no dichos. Por eso es en mis libros es tan importante el lugar del lector, es necesario que complete todos los significados. Que no se distraiga mucho de lo que lee.
Fue seleccionada para el proyecto ‘10 de 30’, de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), que elige a los diez mejores escritores menores de 40 años para promover su obra en el ámbito internacional. ¿Qué supuso formar parte de esta iniciativa?
-El objetivo era hacer una muestra de nuestra obra y difundirla en los centros culturales españoles en el extranjero como los Institutos Cervantes, las Embajadas... Esto ha dado lugar a traducciones y a visitar festivales, ferias... Ahora a finales de junio voy a Alemania, invitada por una universidad a unas jornadas de nuevas narrativas españolas, ligadas a la Feria de Frankfurt, que es en octubre. Ha sido muy buena experiencia.
Mirando al presente, ¿tiene ya algún nuevo proyecto literario entre manos?
-Sí, pero no sé en qué se concretará. Siempre estoy trabajando y con ideas en la cabeza y aunque tarde diez años en desarrollarlas -como Punta Albatros-, siempre las guardo (risas). Ya no escribo poesía, sigo leyéndola, pero estoy más centrada en la narrativa. Y siempre pienso que voy a escribir algo parecido a lo que escribía antes, pero acabo con algo distinto (risas).