CONCIERTO DE ANDRÉS CALAMARO

Fecha: 13/05/2023. Lugar: Baluarte. Incidencias: Lleno, entradas agotadas. Primer concierto de la nueva gira de Andrés Calamaro. Andrés Calamaro (voz y teclados), Julián Kanevsky (guitarra), Mariano Domínguez (bajo), Germán Wiedemer (teclados, producción y dirección musical), y Martín Bruhn (batería).

A diferencia de la última vez que visitó Baluarte, en la que exhibió un elegante y sobrio sonido acústico, en esta ocasión, Andrés Calamaro vino con una banda de rock que exhibió su potencia ya en el primer corte, Output Input, de lírica tan rugosa como su guitarra. Por cierto, había una sola guitarra, ganando protagonismo los teclados del propio Andrés y de su productor Germán Wiedemer. Sin mediar palabra, Cuando no estás, primer single de uno de sus últimos discos, Bohemio. Porque Calamaro es mucho más que sus obras maestras. Pasaron más de dos décadas de su mítica trilogía (Alta suciedad, Honestidad brutal y El salmón), y, tras un breve descanso a principios de milenio, su carrera no se ha detenido ni ha dejado de alumbrar obras de indudable calidad.

Buena muestra de ello fueron los siguientes temas, extraídos todos ellos de su repertorio del presente siglo; primero, un medley formado por extractos de La libertad, Carnaval de Brasil y Diego Armando Canciones. Después, Verdades afiladas y My Mafia, pertenecientes ambas a su último álbum de canciones nuevas, Cargar la suerte, y Rehenes, también de Bohemio. El primer acercamiento a su Santísima Trinidad discográfica no fue uno de los más obvios: All you need is pop, que en su versión de estudio incluía coros de Enrique Bunbury. Le siguió la canción que daba título al álbum, la que resumía tan bien su espíritu indomable: “siempre seguí la misma dirección / la difícil / la que usa el salmón”. Esos versos desataron el primer delirio de la velada y pusieron el auditorio en pie.

Quien haya estado en algún concierto de Calamaro sabrá que el público forma parte del espectáculo: los abrazos de los amigos que recuerdan viejas exaltaciones etílicas, la devoción casi religiosa con la que muchos reciben el maná lanzado desde el escenario… El de Baluarte no fue ninguna excepción y hubo momentos de fervor desatado. El bardo argentino recurrió a alguna de sus piezas más lentas para calmar los ánimos: Los aviones, Media verónica o Estadio azteca, en la que resultó difícil escuchar su voz, no porque le faltara volumen, sino por el griterío y la ovación que se adueñaron del patio de butacas.

La cosa ya no cambió hasta el final. Calamaro evidenció con hechos que es dueño de un repertorio mágico que no admite comparación prácticamente con ningún artista nacional de las últimas décadas. Va tan sobrado de canciones que en varias ocasiones recurrió al recurso del medley (o sea, popurrí, tocando solo algunos estribillos de sus himnos más populares). Completos o troceados, en Baluarte sonaron todos los hits que el público esperaba: La parte de adelante, Mi enfermedad, Loco, Dulce condena, Sin documentos, Flaca, Paloma… El artista estaba tan concentrado que no habló en toda la actuación, salvo para saludar y dar las gracias. Se echó de menos su habitual locuacidad, que, aunque a veces le meta en algún lío, forma parte de su idiosincrasia como artista. Comedido en las palabras, incontenible y torrencial en las canciones. l