Como es habitual en él, después de actuar en salas, Rulo presenta un nuevo espectáculo en teatros: repertorio diferente, escenografía especial… Este jueves, 20 de febrero, estará en el Teatro Gayarre de Pamplona con la gira Cercanías y medias distancias.
Esto de la gira de teatros es ya una tradición para usted. ¿Necesita volver a ellos después de las salas y los grandes escenarios?
– Sí, es una cosa que hemos institucionalizado ya un poco. Comenzó siendo algo así como la cara b de la banda. Todo empezó con La Fuga, que hicimos una pequeña gira de ocho teatros y flipé. Luego, cuando me reinventé como Rulo & La Contrabanda, quisimos hacer una pequeña gira por teatros y no nos los alquilaban. Queríamos alquilarlos, no pretendíamos que nos pagasen, sino que nos jugábamos nuestro dinero, y no había forma. En el Gayarre no lo intentamos, pero en otras ciudades nos decían que no encajábamos. Al final conseguimos hacer diez y se llenaron todos menos uno, por lo que entendimos que el público nos daba su aprobación. En la segunda gira, que sí pasó por el Gayarre, hicimos diecisiete teatros. Y la última, hace seis años, con una escenografía más ambiciosa, hicimos veintidós. En esta gira hemos dado una nueva vuelta de tuerca a la escenografía y estamos llenando en todas partes, hacemos veintiocho teatros y repetimos fecha en varias ciudades. Aquí mostramos una cara diferente de la banda, no es nuestro lado más rock. Estas giras tienen sentido en invierno, cuando la piel tiene una predisposición a la caricia, al recogimiento, a la emoción y a la confidencia. Iñigo Argomániz, mi manager, siempre me dice que soy muy afortunado porque tengo un público que me permite estas giras por teatros; otros artistas lo han intentado y no lo han conseguido.
“Siempre me he visto en el filo. Nunca he pensado que voy a estar aquí para siempre y sigo sin pensarlo; no me gusta relajarme”
¿El público que va al teatro es el mismo que el de las salas?
– No exactamente. Hay un 25 o un 30% que viene a los teatros y no viene a las salas de rock. Igual es gente de más edad… También viene gente con sus hijos, que igual no los traen a las salas. Aparece toda la familia con camisetas de la banda, eso es maravilloso.
Económicamente, girar por teatros tiene más riesgo.
– Es el formato más difícil de sacar adelante, el menos rentable. Si el teatro es un poco pequeño, aunque lo llenemos, empatamos. Vamos con mucha escenografía, con toda la banda, con todo el equipo… Ahora llevamos un tren de once metros, hay teatros en los que, por sus dimensiones, no entra y se queda fijo. Es algo romántico, lo hago porque me gusta mucho. No te diré que es el formato que más disfruto, pero casi. Es una suerte que el público lo valore. Para un músico, no hay nada más estimulante que cambiar de registro.
Al hilo de eso, Loquillo suele decir que no le gustan los grupos de rock que van a los teatros para hacer el mismo concierto con guitarras acústicas, que hay que ofrecer algo más.
– Estoy totalmente de acuerdo con Loquillo. De hecho, si lo analizo, creo que todo esto que hacemos en los teatros puede nacer de cierto desencanto que siento cuando voy a ver a grupos de rock en teatros: me sientas, me quitas la cerveza, me cobras una entrada más cara… ¿y me das lo mismo que en una sala? Estamos en el Gayarre, que tiene más de cien años de historia. No puedo ir con dos guitarras acústicas y un telón negro. Es mi manera de pensar. Cuidamos mucho la escenografía. Musicalmente también nos lo curramos, hemos estado ocho días encerrados en un estudio de grabación preparando estas fechas en teatros.
¿Y qué ha aprendido en los teatros?
– Aprendes muchísimo. La manera de cantar es otra, la voz está más en primer plano y las letras cobran más protagonismo. En la primera canción salgo solo, en mitad del silencio y con todo el mundo mirando. Ese riesgo me pone muchísimo. Los tempos son otros, tienes que tener una templanza, todo está muy medido, todo está pensado para que el público no se ponga de pie hasta un momento determinado… Es un cambio de registro total, y no es nada fácil hacerlo.
Su repertorio tiene dos vertientes. Por un lado, las canciones más aguerridas, pero también ha habido siempre una veta poética, más pausada y melancólica, que encaja perfectamente en los teatros.
– Claro. Todas las canciones que he compuesto, incluyendo las de La Fuga, han nacido en mi casa, con una guitarra acústica. Lo que pasa es que luego, en el local, las puedes electrificar, pero todas nacieron así.
“Estas giras tienen sentido en invierno, cuando la piel tiene una predisposición a la caricia, al recogimiento, a la emoción y a la confidencia”
¿Y qué tienen estas canciones tristes que nos hacen tan felices, como dice la letra de una de sus canciones?
– Pues que somos del norte… Más que tristeza, creo que en mis canciones hay melancolía. Cuando estoy de bajón, me viene mejor escuchar una canción triste, me sienta bien. A veces me pasa, con estos grupos que están siempre con el buenrollismo, que me ponen de mal humor. De todas formas, más allá de la tristeza o la alegría, lo que me gusta de las canciones es que me emocionen.
Empezó en grupo de éxito, ha conseguido triunfar en solitario, cosas que muy pocos artistas consiguen; cada vez tiene más público, acaba de publicar su primera novela, la propuesta de los teatros ha cogido vuelo… ¿Se considera un artista consolidado o eso es algo que nunca se puede decir?
– Buff… Es una muy buena pregunta a la altura a la que estoy. Siempre me he visto en el filo. Nunca he pensado que voy a estar aquí para siempre y sigo sin pensarlo. Es cierto que, después de la incertidumbre de lo de La Fuga, me siento tremendamente afortunado. He currado muchísimo, eso también te lo digo, pero muchos compañeros han trabajado lo mismo o más y no les ha ido tan bien. Lo que dices es cierto: estadísticamente, es difícil, hay muy pocos artistas que dejan un grupo de éxito y luego les va bien en solitario. Cuando me fui de La Fuga estuve un año en casa muy jodido, y leía que me había ido por dinero. Es al revés, por dinero me hubiera quedado. Fui un inconsciente, en cierta manera. Ahora llevo catorce años con La Contrabanda, uno más de los que estuve en la gira, y con la misma gente. ¿Estoy consolidado? No lo sé, no me gusta relajarme. Veo que el nombre se ha asentado y que seguimos creciendo. Tenemos un público muy fiel que nos sigue en lo que hacemos, y son siempre cosas distintas: cambio de disco a disco, hacemos salas, festivales, teatros… Soy muy afortunado, no tengo que hacer siempre lo mismo.
La que sí está más que consolidada es su relación con Pamplona: aquí ha producido muchos de sus discos y tiene un montón de amigos.
– Sí. Pamplona es como mi segunda casa, y te aseguro que no lo digo siempre. He grabado ocho discos con La Fuga y dos con La Contrabanda. En total, habré vivido más de un año en Pamplona; en el Maisonnave, en el Blanca de Navarra, en el Tres Reyes, en el Iruña Park, durmiendo en el estudio… Kutxi es mi primo navarro, nos vemos en mil cosas y a él y a Carmen les considero familia. Al Drogas y a Mamen, lo mismo, un ídolo que termina siendo tu amigo. Los hermanos San Martín, Rudy Goroskieta… Tengo muchos amigos, he pasado mil noches en Calderería. Para mí, Pamplona es una segunda casa, así la siento. Y no lo digo por decir, que los del norte no somos de regalar halagos.