Desde que, siendo todavía infante, debe regresar apresuradamente a Navarra para velar el cuerpo de su padre, Sancho VI, el Sabio, hasta su victoriosa intervención en la Batalla de las Navas de Tolosa, pasando por su temeraria expedición a Sevilla para intentar el respaldo del califa frente a Castilla. Con estos episodios de la vida de Sancho el Fuerte y con personajes históricos como Martín Chipia, Berenguela de Navarra, Ricardo Corazón de León, Diego López de Haro o Muhammad an-Násir, así como con tramas ficticias en las que no faltan las guerras, las intrigas, el espionaje, el amor o la venganza, ha construido Iñaki Zugarrondo Monje (Pamplona/Iruña, 1993) Águila Negra (Grijalbo).
El escritor presentará su novela este jueves, 2 de octubre, a las 19.00 horas, en Katakrak. Junto a él, Iñaki Sagredo, investigador especialista en castillos y fortalezas del Reino de Navarra y aliado del autor en esta peripecia literaria en torno a un rey, Sancho VII de Navarra, conocido como el Fuerte por su enorme envergadura. Un monarca, el último de los Jimeno, complejo e incomprendido en muchos aspectos y atormentado por las dudas y alguna de las decisiones que tomó y que le granjearon críticas y sospechas. Pero Zugarrondo no se arroga el derecho de juzgar al portador de un emblema, el arrano beltza, que hoy sigue vivo.
Faltan unas horas para la primera presentación de su segunda novela, ¿cómo las vive?
–Con el nerviosismo habitual que precede a estos eventos (sonríe). Intento vivirlo con normalidad, tranquilidad y disfrutar del momento con los míos y con mi gente cercana, con los que me han apoyado siempre desde el principio.
Cuando presentó ‘Vasconum’ llenó la sala de Katakrak, y no es pequeña.
–Aquello superó mis expectativas y fue un auténtico honor ver la sala tan llena. Espero que esta vez sea igual o mejor. Ya se verá...
Va a presentar ‘Águila Negra’ junto a Iñaki Sagredo, un auténtico experto en el Reino de Navarra. ¿Le da seguridad que se siente a su lado?
–Sí, y no solo ahora. La presentación será la culminación de un proceso. He podido contar con él durante gran parte de la escritura; ha sido un apoyo constante y un privilegio poder consultarle y contrastar datos. Y quiero aclarar que cualquier errata o incorrección que el lector pueda encontrar en la novela es mía y de nadie más. Además, aprovecho para recomendar todas sus obras, que son magníficas.
Aunque se trata de una novela, tanto en ‘Vasconum’ como en este caso pone mucho énfasis en que todos los hechos reales se plasmen con la mayor corrección posible.
–He intentado que ambas tengan mucha carga histórica, sin olvidar, por supuesto las tramas paralelas y los personajes ficticios. Siempre he dicho que me gustaría que las novelas sirvieran para despertar el interés por la historia de Navarra y una ventana a esos ensayos y libros que los expertos han puesto a nuestra disposición para poder realizar una obra de este calibre.
Dicen que el segundo libro es el más difícil. Además, en su caso, da el salto y publica con una editorial de las grandes. ¿Nota la presión?
–Vasconum, con Eunate y María Oset, ya fue algo muy serio, pero sí que es cierto que lo viví con más ilusión que nervios y mentiría si dijera que ahora no noto más la presión. El desafío es importante.
"He podido contar con Iñaki Sagredo durante gran parte de la escritura; ha sido un apoyo constante y un privilegio poder consultarle y contrastar datos"
Da un salto de unos cuantos siglos entre lo que cuenta en ‘Vasconum’ y lo que presenta ahora. ¿Por qué Sancho el Fuerte?
–Por varias razones. Primero porque cuando hablamos del Reino, a cualquier navarro le resuenan con fuerza los nombres de tres reyes: Sancho III el Mayor, Carlos III el Noble y Sancho VII el Fuerte. En segundo lugar, porque es un personaje que está entre la ficción, la realidad, el mito, la leyenda, lo cual lo hace muy atractivo. Y, además, porque durante su reinado sucedieron episodios trascendentales para la historia de Navarra, como es la pérdida territorial de Álava, Gipuzkoa y el Duranguesado, pero también el inicio de la presencia navarra en ultrapuertos y el nacimiento de juntas como la de los Infanzones de Obanos. Y, si hablamos de la historia medieval peninsular, en su época se produjo uno de los acontecimientos bélicos más importantes, sino el que más, como fue la Batalla de las Navas de Tolosa, que fue un poco el colofón final de esa Cruzada que comenzó el Papa Inocencio III en el año 1200.
Sancho VII también es el último de su linaje.
–El último de los Jimeno, sí. Por eso también es un personaje con un aura especial. Después de él llegaron las dinastías de la órbita de la corona francesa.
En la novela tiene los ingredientes históricos perfectos, batallas, caballeros, juegos de poder, guerras de religión... que adereza con historias de amor, de venganza, de supervivencia...
–Como amante de la novela bélica, he disfrutado plasmando episodios tan importantes como la defensa de Vitoria por parte de Martín Chipia o la batalla de las Navas de Tolosa; pero también con esas tramas entrelazadas de amor, pérdida, juegos de poder, traición... He querido crear la combinación perfecta para una novela de este calibre.
En efecto, el reinado de Sancho el Fuerte fue un momento crucial para el Reino de Navarra, pero ha metido esta historia en el marco de otra época trascendental que se produjo tres siglos después, en 1516. En ese momento, un monje de Roncesvalles relata lo sucedido en aquel reinado, y ante la tumba del monarca, a un soldado que está a punto de partir hacia el frente.
–Utilizo esa conversación como hilo conductor para hacer mucho más comprensible ese contexto y abrir la puerta a dos períodos históricos que son el de Sancho y el de los últimos días del Reino. Ante el sepulcro del rey, el monje evoca gestas pasadas para inspirar a ese soldado navarro que en breve cruzará los Pirineos para unirse a ese ejército franconavarro que los reyes en el exilio, con la ayuda del rey de Francia, han reclutado con el propósito de iniciar una segunda ofensiva para recuperar el reino, que fracasará.
"Durante su reinado sucedieron episodios trascendentales, como es la pérdida territorial de Álava, Gipuzkoa y el Duranguesado, pero también el inicio de la presencia navarra en ultrapuertos"
Sancho el Fuerte no es una figura fácil, con sus aristas, sus costuras, sus contradicciones...
–Y así lo reflejo. Creo que, en ese sentido, es una novela profunda, ya que intento plasmar la transformación personal que el rey irá sufriendo. Cómo pasa de ser ese impetuoso infante que combate al otro lado de los Pirineos, en concreto, contra los nobles que se rebelan contra Ricardo Corazón de León; a ese rey que nada más ascender al trono debe hacer frente a una invasión conjunta castellana y aragonesa, en 1198, y, al año siguiente, ya de Castilla en solitario. Un monarca que, ante esa situación, emprende ese viaje digamos que temerario a tierras almohades para intentar negociar con el califa un ataque conjunto a Castilla, que es uno de los episodios que todavía están entre la neblina del mito y la leyenda.
Perdió una parte importante del territorio, pero también reflotó sus arcas posteriormente.
–Eso es. Sancho el Fuerte también hizo eso. Una vez perdido un tercio de su territorio, reorganizó la hacienda, las cuentas, y Navarra pasó de estar endeudada a tener superávit. Pero también es el rey que un tiempo después emergió de las sombras combatiendo en la archiconocida como Batalla de las Navas de Tolosa, dirigiendo esa ala derecha de la retaguardia del ejército cristiano.
Combate en esa batalla, a pesar de que unos años antes había intentado acordar con el califa un frente común ante Castilla. Y que, según algunas fuentes, incluso luchó con él contra los Banu Ganiya, que se habían rebelado en el norte de África. Aunque este es un episodio que no se ha acabado de confirmar.
–Ese episodio se encuentra entre la neblina. Hay cronistas que afirman que Sancho viajó al sur a cortejar a la hija del califa, que había quedado prendada de sus hazañas, pero eso, evidentemente, es falso. Y hay otros que señalan que fue una expedición estratégica para contar con el apoyo de los almohades en su enfrentamiento con Castilla. Respaldo que, al parecer, no se pudo conseguir por esa rebelión de los Banu Ganiya. También hay quien cree que algunas versiones las difundieron Sancho y su hermana, Berenguela, para esconder ese intento de alianza, ya que Navarra ya había sido reprendida por el Papa con anterioridad por pactar con los almohades, y eso que no fue el único reino cristiano que lo hizo. Ni mucho menos. En aquella época, la Península Ibérica era muy inestable y había pactos y ataques continuos.
¿Fue adecuado abandonar el reino en pleno ataque de Castilla para ir a buscar esa ayuda militar?
–Bueno, Sancho VII ha sido muy criticado y denostado por eso. No seré yo quien le juzgue, pero creo que fue tal la desesperación y soledad diplomática que sintió tras el ataque conjunto de Castilla y Aragón y ante las treguas de Castilla con León, además de la muerte, en 1199, de Ricardo Corazón de León, que, consciente de que tenía un reino débil, llevó a cabo esta acción temeraria y muy criticada, evidentemente.
"Sancho el Fuerte también es el rey que emergió de las sombras combatiendo en la archiconocida como Batalla de las Navas de Tolosa, dirigiendo esa ala derecha de la retaguardia del ejército cristiano"
Hay una mujer, Berenguela de Navarra, que tiene un papel crucial en la novela. ¿Por qué ha sido tan olvidada?
–No lo sé, sobre todo teniendo en cuenta que las crónicas nos hablan de una mujer profundamente culta, inteligente, que no solo se casó con Ricardo Corazón de León, sino que tenía mucha influencia en la corte francesa. Yo la muestro aquí como el refugio de Sancho, como esa mujer que cuando el rey se encuentra sumido en un pozo, lo recoge y lo saca de ahí, haciendo un poco de madre.
También está Anne, espía navarra. ¿Ha querido resaltar las figuras femeninas en medio de tanta energía masculina?
–A mí me encantan las escenas bélicas, disfruto con ellas, pero también he querido destacar a esos personajes que quizás han estado más en la sombra y que tienen su relevancia en la historia.
Hay una larga dedicatoria al principio de la novela.
–Sí, en primer lugar, por supuesto, a mi madre, que por desgracia no está conmigo, pero que me acompañó en el proceso de escritura del libro anterior y la he sentido muy cerca en este proceso. En parte la reflejo en esa Berenguela que se convierte en refugio del rey cuando está sumido en la oscuridad. También le dedico la novela a Ion Gonzalo, un amigo, un hermano, al que tuve la desgracia de perder y, cómo no, a José Mari Moreno.