o me he enterado", respondió Arrasate a los pocos minutos de que Pamplona temblara tras un seísmo de 4,6 de magnitud. Tampoco me extraña después de ver los partidos contra Levante y Celta. Lo ocurrido en el primero era como para darle muchas vueltas y el que estaba por venir obligaba a tomar decisiones, tanto por la complicada situación en la que pudiera quedar Osasuna como por las dificultades que planteaba el estilo y las individualidades del rival. Yo creo que ni un terremoto de la intensidad de los que sufre Japón le hubiera sacado de sus meditaciones, de quitar a uno y poner a otro, de cómo atacar y cómo defender, de la elección a la hora de arriesgar y de la obligación siempre de conservar. Había una fuerte carga de exigencia, que es una de las cosas que ha traído a Osasuna hasta aquí; ese ejercicio semanal de hacer borrón y cuenta nueva, de que nada se da por perdido y todo está por ganar. Porque lo que no es admisible es la dejación de funciones, el acomodamiento o la pérdida de las señas de identidad. Y eso el que primero lo detecta es el entrenador. De ahí que a muy pocos habría sorprendido la lectura de una alineación con seis cambios, con dos laterales no nacidos para esa posición, con dos centrales que llevaban tiempo sin jugar juntos, con una pareja nueva en el pivote esta temporada y con un doble 9 siamés. En un curso de gestión empresarial, sería un buen ejemplo de cómo rentabilizar los valores individuales de una plantilla en beneficio del grupo. Claro que, a toro pasado, es ventajista decirlo; porque de haber fracasado los cambios lo mismo estábamos ahora cargando contra Braulio Vázquez por no haber encontrado especialistas para los laterales o por fichar delanteros sin gol. El fútbol es así, que diría el filósofo de barra.

El fútbol, en realidad, es muchas veces una caja de sorpresas en la que sabes lo que metes sin saber lo que vas a sacar luego. Por ejemplo, el entrenador vuelve a apostar por Roncaglia como lateral y en un solo movimiento gana un rematador de larga distancia, un extremo que pisa el área y un asistente de gol. ¿Estaría dándole vueltas a eso Arrasate cuando mucha gente corría escaleras abajo tras el segundo temblor? Ocurre lo mismo con Íñigo Pérez, muy influyente ayer en el juego de defensa y en los despliegues por banda.

A lo que quizá dedicó menos tiempo Arrasate fue al estilo. Está claro que ahora mismo la apuesta va contra la moda imperante: juego directo frente a elaboración académica desde el saque de puerta. Es evidente que Osasuna no tiene ni el portero ni los jugadores para salir con el balón desde atrás, que la orden es poner la pelota lo más cerca del área, acabar la jugada en tres o cuatro toques. De ahí también la apuesta por Gallego y un Calleri que exhibió sus dotes de rematador. Otra cosa es la salida por banda tras recuperar el esférico, pero la idea primigenia está clara: el pelotón para vosotros€ hasta que os lo quitemos. Y la posesión, para rellenar las estadísticas.

En fin, Arrasate acabó provocando lo que buscaba: un movimiento de magnitud que rompiera con una tendencia aún más peligrosa. Porque, no lo olvidemos, el epicentro de este Osasuna está en el banquillo.