Desde que el skate se convirtió en deporte olímpico en 2020, su popularidad no ha hecho más que crecer, sobre todo entre el público femenino. La escena también se ha beneficiado del bum de las redes sociales, donde en plataformas como Instagram se pueden ver reels de chicas, muchas de ellas adolescentes, de todo el mundo haciendo virguerías con un monopatín. Aunque California sea la cuna del skate, entre nosotros hace décadas que ha cuajado este deporte callejero. 

Afrika Criado viene de una familia de skaters y empezó a patinar con 11 años. Hasta entonces jugaba al fútbol, pero un día apareció en la skate eskola de Gasteiz, donde practicaba su hermano, y se subió encima de un monopatín. Ya no hubo marcha atrás. Afrika dejó definitivamente el balón por el skate, donde podía surfear sin reglas por cada rincón de la ciudad. La joven, que en otoño cumplirá 18 años y empezará a estudiar el grado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CAFyD) en su ciudad natal, ha sido dos veces subcampeona estatal en la modalidad de street, la raíz callejera, en la que se realizan trucos en escaleras, barandillas, bordillos y otros elementos urbanos. 

Suele competir con gente de su edad o incluso más joven en campeonatos que se celebran en Europa, Asia y América. ¿Con 25 años ya eres demasiado mayor como para lanzarte a practicar un deporte tan libre, pero, a su vez, lleno de riesgos por la velocidad y el cemento? Se lo piensa durante uno o dos segundos. “A ver… Tampoco diría que son mayores, pero es verdad que la mayoría de las chicas con las que compito tienen más o menos mi edad. Además, ahora que se ha hecho olímpico la gente empieza antes”, explica. En los Juegos de París fue seleccionada como reserva y se quedó a las puertas de poder participar. Reconoce que aún tiene una espinita clavada -“fue una pena, me hacía mucha ilusión” -, pero también dice estar lista para quitársela y darle la vuelta a la frustración. 

A falta aún de tres años para su celebración, ya piensa en la próxima cita olímpica de Los Ángeles 2028. Sabe que no será fácil porque cada año se suman nuevos nombres a la fiebre del monopatín. Esta oleada del skate, que empezó después del confinamiento como una forma de reencontrarse con la libertad sobre ruedas, ha calado especialmente en una nueva generación de patinadoras. Afrika, deportista de la fundación Basque Team, admite que este es el único deporte que realmente sigue. Su vida deportiva está llena de emociones intensas prácticamente todos los días. Y entre vueltas y piruetas, se ha llevado ya unos cuantos golpes. “La primera vez que fui con la selección española a Roma, me rompí el codo y al año siguiente terminé con la muñeca rota”, recuerda. 

Afrika Criado haciendo skate. Instagram: @afriks_sk8_

SKATE POR EL MUNDO

Santander. La capital cántabra ofrece la oportunidad de entrenarse en un skatepark de 2.000 metros cuadrados. Este verano Afrika Criado ha tenido la oportunidad de ponerse a punto allí con un entrenador personal. 

Shanghái. De todos los sitios en los que ha competido, recuerda con cariño su paso por la metrópoli china. Quedó en 14ª posición y le pareció una “locura” de urbe. “Cuando íbamos por las calle nos paraban para sacarnos fotos”.


Cultura underground

Los esguinces y roturas óseas son el pan de cada día en el skate, asociado a la cultura underground y la eterna rebeldía adolescente. Comparado muchas veces con el punk por su carácter indomable y rompedor, ¿sigue siendo, ahora que las Olimpiadas lo han amansado, un deporte de chicos malotes que se tiran por escaleras y barandillas como si nada? Según Afrika Criado, los que “hacen el tonto, molestan y se ponen a fumar” en el skate park son los menos y la camaradería y el buen rollo fortalecen los lazos de amistad de aficionados de todas las generaciones. 

Además de entrenar con su padre y amigos, su compañero de patín más habitual suele ser el gasteiztarra Javier Sarmiento, uno de los históricos referentes del skate vasco. A ambos les separa un abismo de 25 años, un mundo que desaparece cuando se suben al monopatín, ruedan sobre la tabla y rematan la faena con un kickflip (cuando el patín gira por debajo de los pies), buscando saciar su sed compartida de riesgo, aventura y asfalto.