sto es como una guerra, pero sin armas. Cuando termine todo tendrá que haber un período de reconstrucción, y ahí se tendrá que optar por todo el mundo. Tendrá que echarse mano hasta de los que no se quiera€ Y a lo mejor entonces tengo una posibilidad", valora Ángel Julio Rodríguez, cubano de 32 años que llegó a Pamplona hace dos meses. Llevaba tres días en el albergue de Trinitarios, el límite de jornadas que le permitían estar, cuando estalló la pandemia. Y quedó confinado, como otra treintena de personas, a la espera de que la situación mejore. Su esperanza es que esta crisis, "como dicen los chinos", sea también "una oportunidad. De momento me ha tenido dos meses fuera de la calle, con unas condiciones básicas, y a ver cómo se van sucediendo los acontecimientos".

Ha tenido tiempo para pensar, para escribir mucho. "Yo era profesor, ahora hay que reinventarse. Uno tiene que readaptarse todos los días a las situaciones nuevas", dice. Fue a estudiar a Alemania con una estancia doctoral, vino después en busca de trabajo con una familia que le acogió en su casa hasta que tuvo que marcharse. Sin papeles, reconoce que es difícil empezar de cero. "Hay días mejores y otros peores. Los que estamos aquí, como no tenemos nada, quizás tenemos menos preocupaciones que otros. Pero cada caso es un mundo".

Explica que en el albergue "cada cual va buscando sus recursos, se van haciendo pequeños grupos. Las personas de un mismo país tienden a agruparse pero la verdad es que nos llevamos todos con mucho respeto. Manteniendo la individualidad de cada cual, eso sí, con todas las tensiones que se pueden generar porque no es fácil para nadie, menos para personas que después no saben qué van a hacer, que no tienen una perspectiva de futuro. Ese es un extra de estrés y tensa mucho más todo: la incertidumbre de no saber qué va a pasar agudiza testa situación", confiesa.

Él tampoco tiene un plan, no se quiere adelantar a los acontecimientos. "Ahora lo primero es la salud. Soy un emigrante más, sin absolutamente nada, consciente de que estaba empezando de cero. Y aunque tenía una maleta llena de títulos tenía que olvidarme de quién había sido y centrarme en lo que me había convertido, siempre sabiendo lo que no quería ser", asume. No sabe qué tipo de oportunidades surgirán de esta crisis, si surge alguna, ni las políticas que se llevarán a cabo. "Imagino que como no van a venir tantos trabajadores de fuera, a lo mejor tengo alguna brecha y puedo encontrar algo. Quién sabe".