- En las últimas horas del día, con el sol bajo, o ya sin él, Javier Arizcuren encuentra sosiego en las luces de sus vecinos, las que se encienden en casa ajena y se ven a través de la ventana. "Cuando después del confinamiento me iba a andar a última hora, ya de noche, y veía que no había casi nadie en el pueblo me daba cosica", resume, porque "ver luz donde los vecinos te hace sentir acompañado, saber que está ahí esa persona...".

"Somos pocos pero nos hacemos compañía", apunta Arizcuren. En Leoz, un pueblo en el que viven 20 personas, los días "son tranquilos", se suceden entre las visitas del panadero, las del pescadero, los corrillos en la calle y los paseos de algunos turistas. "Suele venir gente y preguntan por la iglesia", relata Mari Cruz Zaratiegui, la vecina que vive en la casa contigua a la parroquia local. "Nos turnamos las llaves de la iglesia entre nosotros porque la tenemos cerrada y cuando viene gente que quiere verla somos nosotros quienes nos encargamos de abrirla", comenta Zaratiegui. Como en el resto de lugares de la Valdorba, la influencia del románico también se nota en Leoz. La iglesia, del siglo XII, se erige en el centro del pueblo, en la plaza, aunque ahora guarda restos de estilo barroco, e incluso alguna influencia gótica, pues se transformó a lo largo de los siglos XVI y XVII.

Hace ya mucho tiempo, cuando Arizcuren era joven, "quería correr por ahí", dejó Leoz y se mudó a Barañáin. "En el campo no había mucha rentabilidad, me busqué un trabajo y allí que nos fuimos una temporada", recuerda. Durante cinco años trabajó y vivió fuera del pueblo, "pero aquello no era calidad de vida". "Estaba muy bien, trabajaba en la Seat de ayudante de encargado, pero aparecen otras opciones, las barajas y decides lo que en ese momento era la mejor de todas", comenta Arizcuren. Hace 21 años volvió al pueblo en el que nació y donde se crió a trabajar el campo y hacer "lo que siempre habíamos hecho con la familia, pero ahora cobrando". "A mí esta vida me gusta más", subraya.

Ahora se dedica a la agricultura, aunque en sus inicios combinó el trabajo de la tierra con la ganadería ovina, pero aquello "se acabó porque no era rentable". Cuida las tierras que antes fueron de su padre, las que "he conocido toda mi vida". Arizcuren trabaja el cereal, cultiva trigo, cebada, colza y algún cereal alternativo, pero "siempre secano". "En esta zona es lo que hay, son tierras difíciles de trabajar pero es lo que ha habido siempre por aquí", puntualiza.

Los vecinos de Leoz coinciden en que en las localidades más grandes "los del pueblo llevamos fama de saber hacer de todo". "Somos autosuficientes por necesidad", matiza Arizcuren y explica que Barásoain, que está a 13 kilómetros, es el pueblo de referencia para los servicios básicos. "Sabemos un poco de todo, aprendemos de mecánica, arreglamos nosotros las cosas, si podemos", comenta y agrega que es tan solo "nuestra forma de ser". "Por ejemplo, si nieva corremos el riesgo de quedarnos incomunicados un tiempo", apunta. Y es que en Leoz los inviernos son "más duros y, sobre todo, más solitarios".

Leoz se alza sobre el Valle de Orba, a casi 800 metros de altitud, una altura en la que "ya llueve mucho". "Cuando nieva mucho nos quedamos incomunicados porque no podemos mover los coches y el quitanieves suele tardar tiempo en pasar por esta zona del valle, se priorizan otros lugares", concreta Arizcuren. Sin embargo, haciendo gala de su autosuficiencia, el Ayuntamiento adquirió hace un tiempo una pala municipal para "poder retirar la gran parte de la nieve y no parar la vida de los vecinos por completo". Sin embargo, a pesar de las inclemencias, Amaia Ruiz, alcaldesa, reconoce que tras el confinamiento "ha aumentado la demanda de vivienda en la zona". "Llama gente joven desde Tafalla y desde Barásoain, interesados por los alquileres en este y otros pueblos de alrededor", concreta la alcaldesa.

En el pueblo hay cuatro vecinos de entre 17 y 21 años, una población joven que, aunque escasa es "muy activa en la organización de actividades", pues son ellos los que se encargan de preparar el festival de rock que se desarrolla en Leoz desde hace dos años, y que atrae a los vecinos de la zona. "Vivir en el pueblo está bien, pero a mí me gustaría más estar en Tafalla u otro sitio, al final esto es muy pequeño para nosotros", apunta Nerea, vecina de 17 años, y que reconoce "que de momento el pueblo para los jóvenes se queda pequeño".

"Tras el confinamiento ha aumentado el interés de gente de fuera del pueblo

por las casas de esta zona"

Alcaldesa de Leoz