Las campanas de Arruazu volvieron a repicar el domingo con toques manuales. Fue en honor de Tomás Ganboa, encargado de hacerlas cantar durante seis décadas, hasta que un ictus le obligó a abandonar el campanario hace cuatro años. “La escalera es de caracol, con los peldaños muy estrechos. Lo peor es bajar”, observaba este arruazuarra que acaba de cumplir 80 años. Pero se tuvo que conformar con oír sus campanas desde abajo y le sonaron a gloria. “Me da mucha pena cuando las oigo en modo automático”, observaba.

Y es que el Ayuntamiento de Arruazu le dedicó un emotivo homenaje por su trabajo por el pueblo, después de la proyección de Azken errepika, un documental realizado por Amaia Erdozia y Óscar Corroza. “Cuando Tomás nos dijo hace cuatro años que no iba a repicar más decidimos grabarle como documento histórico”, apuntó el alcalde de Arruazu, Gorka Ovejero. A este homenaje se unió la Asociación de Campaneros de Navarra, de la que es presidente de honor. No en vano, Tomás Ganboa es un referente entre los campaneros de la Comunidad foral y también de fuera, con una forma de tocar particular, con cuerdas, que le permiten un mayor control, según contaba. Lo cierto es que ha ganado varios premios a lo largo de su vida. El primero fue en Ihabar en 1968, al que siguieron otros muchos.

Hijo de sacristán, Tomás Ganboa empezó con 17 años a encargarse de hacer sonar las campanas de Arruazu, un pueblo al que llamaban Tierra Santa por sus numerosos repiques. Aprendió de oído del anterior sacristán y sobre todo con la práctica, tal y como recordaba. Y es que ha subido y bajado muchas veces al campanario, para llamar a misa, para rogativas, funerales, procesiones y celebraciones del pueblo. “Cogí más afición cuando gané el primer concurso”, confesó. Eran los años 60 y mucho ha cambiado desde entonces. “El tema de la campana está muy abandonado. Ya no se organizan concursos y no hay relevo generacional” se lamentaba.

Tomás Ganboa es un artista con las campanas. “Cada uno tiene su forma de tocar. Otros cogen los badajos pero yo ato cuerdas. Que la campana sea grande y no se mueva, entonces me manejo bien” apuntó. “Es importante manejar sobre todo la derecha. La cuerda posibilita mayor combinación de sonidos”, explicaba. “En algunos sitios es imposible porque no se pueden agarrar los badajos. El secreto está en colocarcas bien”, incidió. Asimismo, apuntaba que las campanas suenan diferente según la meteorología. “No es igual cuando llueve o hace bochorno. El viento sur es lo peor para el campanero”, observó.

Lo cierto es que los sonidos de las campanas marcan la vida de los pueblos, un lenguaje propio que ha acompañado al ser humano desde hace siglos en los momentos alegres y también en los tristes. También avisa de que hay fuego, o llama al auzolan además de anunciar las horas. Pero con la electrificación de los campanarios, con repiques automáticos, han perdido parte de su magia ante la imposibilidad de combinar ritmos, resonancias y fuerza o dejar la campana muda para que coja más fuerza. Aunque cada vez se oye menos este lenguaje, continúa vivo, como se pudo ver en Arruazu.

El domingo hubo cinco repiques, a cargo de Javier Saralegi, de Lekunberri; Joxe Flores, de Lakuntza; Miguel Irurtzun, de Ihabar; Joaquín Miguel Mayo, de Zamora, y Pedro Martínez, de Lakuntza, el pregón sonoro del homenaje. Por un lado, la junta parroquial le entregó un ramo de flores. No en vano, otra de las aficiones de Tomás Ganboa son las plantas, que lucen lozanas en la fachada de su casa, Argiñarena.

El alcalde, en nombre del Ayuntamiento le entregó una pequeña escultura realizada por Forjas Brun “al gran campanero por una vida llena de repiques”, y otra de madera de Miguel Ángel, que le entregó Pedro Martínez, quién recordaba que el oía desde Lakuntza. “Eres el mentor de todos nosotros y un ejemplo de trabajo por amor al pueblo”, apuntó.

Asimismo, recibió un pañuelo rojo con el escudo de Santacara de manos de José Ochoa. Y es que este año estaba previsto que esta localidad acogiera el quinto encuentro de los campaneros de Navarra. El primero fue en Artajona y continuaron en Olazti, Allo y Lakuntza. El homenaje finalizó con un aurresku de honor entre grandes aplausos. Además, hubo una animada comida que reunió a 116 comensales.

EL TOQUE MANUAL DE CAMPANAS, PATRIMONIO CULTURAL

Desde la Asociación de Campaneros de Navarra recordaban que el Ministerio de Cultura y Deporte presentó hace unos meses la candidatura del Toque Manual de Campanas para que sea inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO. Se trata de una iniciativa impulsada desde la sociedad civil por las asociaciones Hispania Nostra, Campaners d’Albaida y el Museo Internacional del Toque Manual de Campanas, apoyada por las asociaciones de campaneros.