Agotado desde hace años, Rafael Carasatorre Vidaurre ha reeditado Barranca Burunda, el libro de referencia para todas aquellas personas que quieran ahondar en la historia de Sakana. Además, este historiador y editor de Etxarri Aranatz ha ampliado el contenido para esta segunda edición, que ha pasado de 560 a 1.088 páginas. El libro está a la venta en las librerías de Sakana y también a través de internet. El precio es 25 euros.

Carasatorre define con pocas palabras un libro tan voluminoso. “Es un estudio sobre la despoblación medieval, vocabulario y toponimia de la comarca, desde Aizkorbe a Ziordia”. Al respecto, recuerda que muchas personas le pedían el libro. “No he tenido más remedio. En la primera edición, en 1993, fueron 1.600 ejemplares y ahora son 300. Lo he reeditado para que haya una referencia documentada del valle, y dar respuesta a una necesidad cultural, que no es poco”, observa. En relación a los nuevos contenidos, principalmente es porque se ha doblado la toponimia sobre Aralar, se han añadido más nombres de casas y el origen de algunos apellidos así como oficios, documentada toda la información con sus fuentes. “El libro iba cogiendo volumen y hay material que se ha quedado fuera”, observa.

Al igual que en la primera edición, la toponimia ocupa un lugar fundamental en el libro. “Los topónimos se crean cuando un grupo humano quiere dominar el territorio. Continúa aunque desaparezca el pueblo. Por ello es importante poner la fecha para saber su evolución”, apunta, al tiempo que destaca que es de la opinión de Mitxelena. “No se puede afirmar nada que no se puede demostrar, De no ser así, es una historieta o un cuento chino”.

Al respecto, pone como ejemplo Larruna. “Viene de larrua, piel, y designaba la zona de curtidores. Lo separan y pierde su sentido”, lamenta. Asimismo, señala que los topónimos más importantes son aquellos de los que no se sabe su significado porque pueden realizar aportaciones. “La riqueza de la lengua está en los secretos de los topónimos. Cuando haya suficientes elementos para su interpretación saldrá esa riqueza. Como decía Mitxelena, seguramente, llevará años. Por tanto, seguiremos trabajando a ciegas, a la espera de que salgan las claves de interpretación. La toponimia es delicada, no se puede andar con generalidades. Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice”, subraya.

Con una docena de libros publicados, la mayoría agotados, Carasatorre señala que su mayor aportación a la cultura es su blog Documenta Navarra con más de 1.500 temas y 2.000 trabajos, un gran archivo al alcance de un click que cuenta con una media de 2.000 visitas diarias y algunos días han llegado a 5.000. “Tengo hecho algo más de la mitad. Me falta desde Uharte Arakil hasta la Burunda y las sierras de Urbasa-Andia y Aralar. Es un fondo de datos. Si se quiere ampliar la información, ahí está la referencia del archivo. Hay cuestiones importantes que siguen sin resolverse, Si alguien puede continuar, que sepa lo que queda sin aclarar y que la toponimia sirva de elemento diferenciador o para dar soluciones otras cuestiones que no están planteadas”, señala.

Carasatorre incide en que queda mucho trabajo por hacer. “He abierto un camino. Hay despoblados, ermitas o castillos como el de Irurita que ya no existen porque se llevaron las piedras, tal y como se cuenta en los archivos. Pero los cementerios siguen ahí”. También lanza preguntas como cuál era el pueblo al que pertenecía la ermita de San Adrián o donde estaba la ermita de Santa Kitz, ambos ejemplos de Etxarri Aranatz

“Mi trabajo ha sido el estudio de un territorio 35 kilómetros de largo por 10 de ancho, un espacio que suponía un conjunto capacitado en épocas pasadas para desenvolverse de forma casi autónoma. Sus 30 poblados actuales, que siglos atrás se desdoblaban en más del centenar, organizaron en común los aprovechamientos forestales y ganaderos, mantuvieron socializadas la ferrerías, las cerámicas, los aprovechamientos hidraúlicos y las loberas, padecieron hostilidades y se avinieron en batzarres, ferías y romerías”, indica.