Las grandes infraestructuras requieren tiempo y mucho dinero. Demasiado generalmente, lo que exige planificación a medio y largo plazo. Con inversiones plurianuales que pasan de un Gobierno a otro entre anuncios y promesas incumplidas, en medio de una batalla política entre quienes las apoyan y quienes no. Pero también entre quienes se disputan los éxitos y los fracasos de obras de las que se habla mucho pero avanzan poco.

El último ejemplo lo ha dado el PP, que esta semana proponía revisar las concesiones de agua del Pantano de Itoiz para aumentar la dotación prevista en la segunda fase y así ampliar el número de hectáreas de riego. Un planteamiento en el marco electoral y esbozado en Tudela en plena disputa con UPN por el voto en el sur de Navarra, donde los mensajes que apelan al agravio siempre tienen buena acogida. Pero que no hace sino reconocer una realidad que la derecha ha venido ocultado durante todos estos años. Que no hay agua suficiente para cubrir todo lo que se había prometido.

El Pantano de Itoiz aporta al año 400 hectómetros cúbicos al Canal de Navarra. 60 son para el abastecimiento de agua de boca e industrial, y los 340 restantes para riego. Cada hectárea tiene asignados 6.400 metros cúbicos al año (6,4 millones de litros) por lo que el área regable es fácil de calcular: 53.125 hectáreas, inicialmente divididas en dos fases. Una revisión de cálculos amplió en 2007 la superficie hasta los 59.000 hectáreas. Pero es difícil sacar más.

El problema llega cuando en 2012 se decide ampliar el Canal a la cuenca del río Ega. 15.000 hectáreas que se suman a las 22.500 de la primera fase y que dejan para la segunda, la que debe cubrir la Ribera, otras 21.500. No hay más, salvo que se reduzca la dotación de agua reservada para la primera fase. Que es lo que plantea ahora el PP, abriendo la puerta a una disputa entre regantes que lleva varios años soterrada ante silencio de la principal asociación agraria de la Comunidad.

La propuesta del PP retrata sin embargo las falsedades que han rodeado a este proyecto. Fueron los Gobiernos de UPN en Navarra y del PP en Madrid quienes decidieron paralizar la segunda fase para priorizar la ampliación de la primera. Y quienes recortaron la dotación de agua para la Ribera, que ahora consideran insuficiente. Los mismos partidos que acusaron al Gobierno de Uxue Barkos, y acusan ahora al de María Chivite, de paralizar el proyecto y abandonar a la Ribera.

A vueltas con el TAV

Con el tren de alta velocidad ocurre algo parecido. Esta semana se ha sabido que Francia ha decidido retrasar hasta 2040 la conexión con la Y Vasca. El anuncio no es definitivo, pero ha servido para agitar de nuevo las dudas en torno al futuro del proyecto en Navarra, que todavía hoy sigue sin tener definidas sus conexiones ni hacia el norte ni hacia el sur.

Y eso que por Navarra han pasado ministros de uno y otro color anunciando con el apoyo entusiasta del Gobierno foral de turno la inminente llegada del TAV. De Francisco Álvarez Cascos (PP) a José Blanco (PSOE), pasando por Íñigo De la Serna (PP), que en septiembre de 2017 garantizaba no ya la llegada de la alta velocidad a Pamplona, sino la construcción íntegra del corredor entre Zaragoza a la Y vasca para 2023. El paquete completo, para pasajeros y mercancías, con más de 3.000 millones de inversión gracias al acuerdo presupuestario entre UPN y el PP.

Conviene recordar esto último porque fueron muchos los titulares que relataron el enfrentamiento entre el Gobierno de Navarra y el central a cuenta del TAV. También entre los propios socios del cuatripartito, que a punto estuvo de saltar por los aires enredado en un relato político tan interesado como ficticio, diseñado por la derecha para justificar la falta de inversiones en una obra que es exclusivamente competencia estatal.

Nada de lo prometido se ha cumplido, por supuesto. Porque ni una obra como el TAV se construye en cinco años ni Navarra es una prioridad estratégica para el Gobierno de España. Lo que no impide sin embargo que los mantras se repitan una y otra vez con los mismos argumentos y distintas fechas.

Finalmente se hará el Canal, pero con criterios técnicos y en el plazo que sea posible en base a los ritmos administrativos, siempre lentos. Pendiente además de la financiación estatal, mucho más raquítica de lo que proclama el discurso oficial. Y avanza el TAV a su propio ritmo gracias a los fondos europeos. Limitado por ahora al tramo entre Castejón y Campanas a la espera de que los estudios informativos clarifiquen el resto del trazado, que poco a poco va saliendo de la indefinición con la que De la Serna exhibía su power point de inversiones, que nunca pasó de ser una nota de prensa al servicio de los intereses de partido.

Es el juego de la política, tan legítimo como oportunista y que la perspectiva del tiempo acaba poniendo en su sitio, aunque sea tarde, para descrédito del conjunto de la labor institucional. Pero que conviene tener en cuenta sobre todo ahora que llega la campaña electoral, momento en el que se simplifican los discursos y se enfatizan promesas a futuro imposibles de verificar. Y en la que es justo exigir un mínimo de rigor y coherencia a los partidos que luego lamentan el desapego ciudadano a la actividad política.