Trump ha iniciado este segundo mandato como elefante en cacharrería. A la guerras comerciales de los aranceles le ha acompañado la suspensión de decenas de agencias estadounidenses de ayuda exterior incluida la ayuda a la UNRWA, la agencia de la ONU que trabaja con los refugiados y refugiadas de Palestina por un futuro digno. Primero la ocupación de Groenlandia, luego la anexión de Canadá, amenazas para viajar sin pagar por el Canal de Panamá y ahora tomar el control de Gaza.
En mitad de su encuentro con Netanyahu, Trump anuncia que EEUU ocupará los territorios de Gaza y expulsará a los palestinos, 2,6 millones de personas. Y luego construirá allí una especie de paraíso festivo para tomar el sol y darle al bebercio y lo que toque. El nivel de miseria contra la ética humanista de este presente se supera día a día. Un paso más en el proceso de limpieza étnica y genocidio que lleva practicando Israel desde hace décadas y que se aceleró desde los atentados terroristas de Hamas de octubre de 2023 y que ha supuesto el desplazamiento forzoso de cientos de miles de palestinos y la muerte de más de 47.000 personas, la mayoría niños y niñas y mujeres. Además de que se calcula que bajo los escombros de la destrucción hay otros 10.000 cadáveres al menos.
El rechazo a la medida anunciada por Trump ha sido total por parte de los países árabes afectados como Jordania, Arabía Saudí, Egipto y la ONU, Turquía, Rusia o China, también por Alemania, Francia, Reino Unido, España, Italia, Irlanda, Australia... entre otros muchos. Solo puede ir a peor. Trump ha roto el compromiso con los dos Estados, se pasa la legalidad y el derecho internacional y los derechos humanos por allí y ha asumido las tesis de supremacismo sionista más extremista. Por supuesto, la idea ha sido acogida con entusiasmo por Netanyahu, acusado por genocidio por la Corte Penal Internacional, y los sectores ultraderechistas de Israel que le apoyan.
Sería a una nueva Nakba (Catástrofe) 76 años después que busca completar la ocupación ilegal de toda Palestina –primero Gaza y luego Cisjordania–, iniciada tras la Segunda Guerra Mundial después de que la ONU, a golpe de una ofensiva terrorista de grupos sionistas, aprobase la recomendación 181 que planteaba la partición de Palestina en tres partes y una gestión internacional para Jerusalén. Aquella decisión injusta, que nunca se cumplió siquiera, abrió la puerta a un conflicto aún vigente que ha marcado buena parte de la realidad histórica de Oriente Medio, el Norte de África y la política internacional durante más de siete décadas. Trump quiere completar el plan original del sionismo: destrucción, expulsión de los palestinos supervivientes y su dispersión allí donde puedan llegar, el Estado español incluido, después de robarles y ocupar ilegalmente sus tierras. La solución final en directo, pero como si no ocurriera lo que está ocurriendo.
Es alucinante y más aún que haya actores a favor de semejantes atrocidades e injusticias. Como hubo aplaudidores y, lo peor, condescendientes con la llegada del nazismo a la espera de poder hacer negocio y cuando los hechos demostraron el alcance de aquella crueldad nadie sabía nada. Nuestros hijos e hijas y sus hijos e hijas se preguntarán cómo no hicimos más. Este mundo, cada vez más jodido.