Desde el estremecimiento y el asombro estas líneas. La mejor experiencia de mi vida en la UCI B. Fundante y metaempírica. Transcendente y concatenada en el tiempo. Mis amados médicos de la UCI B me la posibilitaron.
A los tres más directamente implicados en mi salud -alguno con mando en plaza- van estas líneas. Por primera vez en mi vida me encontré con personas que están a mi nivel: mis médicos de la UCI B. Inmergida totalmente en una simbiosis existencial con ellos de un bienestar emocional inenarrable. Sin palabras, casi sin mirarnos, de espaldas a veces, tras los cristales, sentados a mi lado tocando con inmenso respeto mi cuerpo lacerado, con pasos titubeantes, con marchas pausadas hacia mí. Con perspectiva de género, en lenguaje no verbal igualitario, con proximidad física cual amantes, respetando mi espacio vital. Henchida de gozo. Constantemente me preguntaba: ¿qué es esto? Les dolía mi dolor. Hubieran preferido escamotear cierta información. Su amor me acompañaba. Nacimiento, amamantamiento y primeros pasos con ellos. “Una nueva oportunidad vital” me espetó uno. Una fémina ejerció de madre nutricia: ama lur. Con grandísima humanidad contempló otro mis renqueantes pasos iniciáticos. Les debo la vida, les debo todo. A mi altura en los niveles psicológico, existencial y espiritual. En el mismo trípode ontológico. Me habéis dado a luz. Mi letargo, nuestra cópula; mi vida latente, nuestro cordón umbilical. “Vínculo” lo denominó una enfermera. Fenomenología transpersonal. Si Jesús vive, vosotros sois Él. Con vosotros moriré.