Aflora la percepción política de los partidos españoles sobre la tragedia de Gaza y lo hace poniendo en evidencia un lamentable ejercicio de instrumentalización más. Pero, en el caso de la reacción a las medidas del Gobierno de Pedro Sánchez contra los intereses del Ejecutivo israelí, va un poco más lejos en el caso del primer partido de la oposición en el Estado. El Partido Popular ha reaccionado en tromba contra el embargo de armas y el veto a la importación de productos procedentes de las colonias ilegales en Palestina con el mismo relato que el gabinete de Benjamín Netanyahu: negacionismo del genocidio brutal que se perpetra en Gaza y ocultación, distrayéndolo con acusaciones de corrupción contra el Ejecutivo español. Ambos retroalimentan sus discursos mezclando planos.
Las medidas anunciadas por el presidente Sánchez tendrán un impacto relativo en tanto no las acompañe una reacción general como la que en su día puso contra las cuerdas al régimen de apartheid en Sudáfrica hasta tumbarlo. Pero si debiéramos asumir que, como denuncia el PP, son fruto del deseo del Gobierno de distraer la atención de sus problemas, cabría igualmente entender que la estrategia de los de Feijóo es una distracción frente a su propia carencia de soluciones alternativas. No las ofrecen para Palestina ni para el resto de crisis de la política interna. En el caso que nos ocupa, ayer se pudo escuchar a primeras espadas del PP la indignidad de negar el genocidio en Gaza o reprochar a Sánchez que sus medidas le parezcan bien a Hamás. El grupo terrorista es responsable de sus propios crímenes, pero no excusa los del Gobierno de Netanyahu. Es cierto que falta contundencia en la izquierda para condenar el uso que hace Hamás del martirio de su pueblo en su fanático beneficio o para denunciar con idéntica firmeza la situación en Ucrania. Pero la condena de los crímenes de lesa humanidad que se están cometiendo en Palestina no debe rebajarse un ápice. La prestidigitación constante de los argumentos, que aparecen y desaparecen a conveniencia, lleva a utilizar estas tragedias en beneficio de relatos partidistas sin principios, con solo intereses. La consecuencia es el fracaso de una comunidad política internacional que muestra su peor perfil al renunciar el derecho en favor de la ley de la selva o del silencio.