Si hemos hecho bien el repaso y no se nos ha escapado alguna temporada raruna, Osasuna y Sevilla jugarán el viernes 12 el partido más tempranero en la historia de la Liga. Hasta casi finales del siglo XX, la Liga empezaba el primer fin de semana de septiembre, ya con todo el mundo de vuelta de sus vacaciones. Pero en la pasada década decidieron arañarle una semana al calendario (último fin de semana de agosto) y, abierta esa puerta, era inevitable que siguieran rascando hasta llegar a poner tres jornadas en agosto. Y, si se mantiene la tendencia, pronto hemos de ver cuatro jornadas o incluso asomarse a julio. Que no es que a los aficionados les parezca mal –aquellas semanas interminables de torneos veraniegos eran una chufa felizmente superada–, salvo por el pequeño detalle del cambio climático: jugar un partido a 40 grados –o verlo desde una grada al sol– es de riesgo hasta mortal.