“Para vestir de rojillo el trabajo se presupone”, sentenció Carlos Martínez tras una de las largas presiones de Aimar Oroz en la primera parte. Del mismo modo, para ser aficionado rojillo la constancia y la entrega se da por hecho y lo volvieron a demostrar las más de 200 personas que se juntaron en la sala Zentral para animar a Osasuna en la semifinal de la Supercopa de España, aunque costó que se creara ambiente.

A partir de las 19.30 los aficionados empezaron a llegar a la sala con cierta timidez. Durante la media hora de espera no hubo ni cánticos, aguardaban con los nervios que da saber que en pocos minutos comienza una campaña difícil que esconde la posibilidad de levantar un título. “Se va a sudar pero vamos a ganar 0-1, tenemos la espina clavada y eso nos da fuerzas”, aseguraba Íñigo Gómez, de 25 años, antes del comienzo del partido. La moral estaba alta y Julen Asís, de 19 años, también confiaba en que “vamos a pasar pero de la prórroga no nos libramos”. 

El encuentro comenzó con emociones fuertes con una gran parada de Sergio Herrera y una ocasión de Ante Budimir en el mismo minuto, lo que encendió la sala Zentral y metió por completo a los aficionados en el partido que tan solo cuatro minutos después gritaron con rabia un tiro de Jesús Areso desde fuera del área. También estuvieron a tope Oier, Mérida, Aridane y Torres, quienes presenciaron el partido juntos desde un apartado.

Después de un vibrante comienzo el resto de la primera parte transcurrió sin grandes ocasiones . Sin embargo, la bajada del ritmo de juego no afectó a los aficionados que festejaron cada despeje y cada buena salida de balón de Osasuna como si fuesen goles. Así de involucrados en el partido se mantuvieron durante toda la primera mitad protestando cualquier lance y decisión arbitral que se pudiese considerar dudosa así como enmudeciéndose cuando los rojillos arriesgaban en un pase o los culés se acercaban a portería más de lo debido. 

Cuando se esperaba el descanso dos ocasiones claras en el minuto 39, una de Budimir y otra de José Arnaiz, hicieron que los aficionados se desesperaran. Con el pitido del anuncio del descanso llegaron los aplausos y los gritos de “¡Va, va, que se puede!” de un aficionado que se animaba más a sí mismo que a los jugadores. 

La segunda parte empezó con la misma tónica de celebración de cada pequeña ocasión igual de alto que un buen despeje. No duró mucho ya que el gol de Lewandoski en el minuto 59 cortó por unos momentos la confianza de la afición. Conforme avanzaban los minutos aumentaban las dudas y las ocasiones falladas ya no se tomaban como un buen síntoma del equipo sino como un desperdicio que se pagaría más tarde. Una jugada en solitario de Budimir en el 77 volvió a calentar el ambiente y desde ese momento cada córner era celebrado con la sensación de que “tiene que ser una estas” como confiaba un aficionado. Osasuna se ahogaba en el partido al igual con los aficionado que ya no sabían qué hacer con las manos entre aplaudir, llevárselas a la cabeza o morderse las uñas.

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El 1x1 de Osasuna ante el FC Barcelona DIARIO DE NOTICIAS

La pequeña esperanza del empate se desvanecía poco a poco conforme se acercaba el final y despareció por completo con el gol de Lamine Yamal en el 93. En ese momento, a falta de dos minutos del final, parte de los aficionados se fueron y entre los que se quedaron no hubo ningún ánimo en ambiente de decepción.

“Estaba la ilusión porque eran solo dos partidos pero sabíamos que era complicado”, se consolaba Natalia Alonso, de 22 años. Una ilusión que los aficionados conocen bien pero no con buen final y volvieron los recuerdos de la final de Copa del Rey. “Es igual que hace unos meses. Es muy emocionante jugar torneos importantes y llegar a finales pero no para perderlas”, se lamentaba David Ulzurrun, de 24 años. Sin embargo, dentro de la derrota había quien buscaba el lado positivo como Íñigo Huarte, de 31 años, que rescató que “han jugado mucho mejor que los últimos meses. Si ahora siguen así subiremos en la tabla”. Con esa pequeña ilusión los aficionados rojillos asumían la derrota en busca de una nueva hazaña.