Los vecinos del Casco Viejo de Pamplona no pueden más. El verano del covid y la vacunación -sin ocio nocturno abierto, con bajeras y piperos con la persiana bajada, con limitaciones horarias para la hostelería y toques de queda yendo y viniendo- ha convertido espacios hasta ahora íntimos de la ciudad en botellódromos y vertederos. Ocurre, como referencia destacada, en la zona del Archivo de Navarra, refugio de cuadrillas en botellones clandestinos y que la noche del jueves, al igual que la encrucijada de la calle San Gregorio, se convirtió en escenario de una batalla campal. "Como era imposible dormir con semejante jaleo, al final mi pareja y yo decidimos salir al balcón y lo que nos encontramos fue brutal. Lo que es cierto es que la Policía, que en este caso llegaba desde la zona del portal de Francia, fue recibida a botellazos y, a partir de ahí, empezaron las carreras y los enfrentamientos. A partir de la pandemia, esta zona del Archivo es algo que hasta ahora no existía. Nunca habíamos visto semejante gentío y marcha por esta zona. Es muy exagerado en lo que esto se ha convertido", recordaba el viernes un vecino recién entrado en los 40 y que vive desde hace más de una década en la calle Santo Domingo junto a su novia.

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Por la mañana, al realizar balance de los daños, la pareja comenta que el comentario es común en el vecindario: "Vivir en el Casco Viejo se ha convertido en algo insoportable. Hay una amiga que reside más cerca de Navarrería que nos ha dicho que no puede más, que ni puede dormir ni descansar y si llama a la Policía sabe que están desbordados y que no van a poder atenderla. Y, además de eso, está el tema de la inseguridad. Si dejas el coche en alguna zona que pueda haber una reunión de jóvenes, tienes que cruzar los dedos para ver si no pasa nada. Van a orinar en los vehículos, pero eso es ya lo de menos, siempre te quedas con la incertidumbre de que no te destrozen un espejo, una rueda o la luna. Para eso es mejor que abran bares por la noche y las bajeras", aseguraba ayer la vecina del Casco Viejo.

La temperatura más amable de las fechas estivales ha provocado que no exista distingo de días a la hora de la jarana. "Da igual que no exista el juevintxo, como haya un martes con buen tiempo esto se llena también. Y lo peor es que ya han llegado los universitarios y comienzan sus primeras juergas, como ocurrió ayer (por los incidentes del jueves)", comenta un vecino de la calle San Gregorio que prefiere mantenerse en el anonimato.

La joven E.A., con más familia y residente en la calle Ciudadela desde hace un tiempo, recuerda el ruido comienza a las 11 de la noche y se prolonga, aunque los bares de San Nicolás y San Gregorio están ya cerrados, "más allá de las 2 y media de la mañana". Para E. está claro: "No les interesa nada solucionar el problema". Para esta vecina, el problema puede acabar "cronificándose". Por eso señala que "si la Policía se pusiera por ahí, en la entrada de San Gregorio, disuadiría a la gente. Porque no puede ser que haya gente a la que le hayan puesto 600 euros de multa por estar en la calle en el confinamiento y a estos no les pasa nada. Hay 400 personas por ahí, como si nada".