Este jueves arranca la campaña de las elecciones europeas, unos comicios tradicionalmente secundarios por la lejanía de las instituciones comunitarias y la complejidad del entramado institucional de la Unión. Pero que siguen siendo relevantes, tanto por su influencia en el marco comunitario como por la lectura en política interna que tendrá el resultado. Y que empuja a los partidos a una nueva campaña de la que UPN ha vuelto a quedar fuera. A poco más de dos semanas de ir a las urnas, los regionalistas siguen sin definir su posición y dejan la puerta abierta al PP para que ocupe su tradicional espacio electoral.

La situación no es nueva. Desde la ruptura del acuerdo de colaboración en 2008, UPN no han vuelto a incluir a ninguno de sus miembros en las listas del PP en las elecciones comunitarias. En 2009 y 2014 renunció a presentarse, cediendo todo el protagonismo al PP, con quien Barcina había labrado una buena relación. Algo que volvió a hacer en 2019, aunque en aquella ocasión las europeas fueron a la vez que las municipales y autonómicas, a la que ambos partidos fueron de la mano en la coalición Navarra Suma. 

Pero esta vez las circunstancias son diferentes. El PP viene de ganar a UPN en las elecciones generales del pasado mes de julio y, por primera vez, muestra abiertamente su voluntad de disputar a su antiguo aliado la hegemonía en la derecha navarra. Un escenario que ahora mismo parece lejano, pero en el que los populares avanzan poco a poco convencidos de que, con UPN anclado en la oposición y sin una estrategia definida, el tiempo juega a su favor. 

Los regionalistas no han acabado de superar la crisis interna que supuso la votación de la reforma laboral y la posterior expulsión de los entonces diputados Sergio Sayas y Carlos García Adanero. Ambos están hoy en el Partido Popular y su referencia es una puerta abierta a nuevas incorporaciones. La diferencia entre ambos partidos sigue siendo grande en cuanto ha implantación y exposición mediática. Pero el PP ha empezado a caminar en solitario antes las dudas estratégicas que asoman en UPN.

El congreso del pasado 28 de abril tampoco ha servido para clarificar la disyuntiva en la que vive el regionalismo desde que perdió el Gobierno. Lejos de abrir un debate interno sobre el camino a seguir, la cita solo ha servido para acordar un reparto de puestos en la dirección entre sus dos principales referentes, Cristina Ibarrola y Alejandro Toquero. Ambos siguen centrados en el ámbito municipal, con Javier Esparza como portavoz parlamentario. Una suerte de tricefalia en la que no está claro quién toma las decisiones importantes. 

Ibarrola no se moja

De momento, Ibarrola trata de ganar tiempo y aplazar una decisión difícil. “Con el PP tenemos cosas que nos unen y cosas que no separan”, se limitó a señalar este pasado martes en una entrevista en Navarra Televisión, donde admitió que le hubiera gustado una alianza con los populares en las europeas para “empezar a trabajar en un mayor consenso que hasta ahora”. La nueva presidenta sin embargo evitó fijar una posición sobre qué harán en las europeas. “Yo votaré lo que decidamos como partido”, avanzó.

Todo indica no obstante que UPN finalmente dará libertad a sus afiliados. Apoyar directamente al PP aumenta el riesgo de fuga de votos y la abstención es impropia de un partido político. No obstante, los regionalistas por si acaso ya avanzan que cualquier éxito de su antiguo aliado será atribuible a UPN, que considera como propio el apoyo que pueda recibir el PP. “Muchos de los votos que pueda sacar seguro que son de gente afín a UPN”, alega Ibarrola. 

Una situación en todo caso indefinida que hace valer a su favor el PP marcando distancias. Lo volverá a hacer este jueves con la reforma de la Lorafna que vota el Parlamento foral. Una foto que dejará a UPN con la mayoría de Gobierno “sanchista” y que los populares no van a dudar en aprovechar. También cuando se vote en Madrid amplificado por el coro mediático que rodea a la derecha española.