Entre los habituales actos públicos y comparecencias que suelen acompañar el inicio del curso, este año se ha colado en primera plana de la agenda el encuentro institucional entre la presidenta del Gobierno de Navarra, María Chivite, y el nuevo lehendakari, Imanol Pradales. Una cita protocolaria a modo de presentación, pero que ha puesto en evidencia la importancia estructural que para ambas partes supone mantener una colaboración estrecha.
Destaca ante todo la normalidad del encuentro entre los dirigentes de dos gobiernos que comparten muchos intereses comunes. Algo que antaño no era tan habitual y que llevó a Navarra a una autoexclusión de apuestas estratégicas que todavía hoy lastran su futuro. Si la conexión con la Y vasca está todavía sin definir es, entre otras cuestiones, por la negativa del Gobierno de UPN a participar de la mano del Gobierno Vasco en una infraestructura que debía haber tomado la forma de X.
Si la conexión con la Y vasca está todavía sin definir es, entre otras cuestiones, por la negativa UPN a ir de la mano del Gobierno vasco
Afortunadamente aquello es pasado y ya nadie cuestiona la necesidad de una colaboración estrecha con la Comunidad Autónoma Vasca ni la presencia compartida en ámbitos de interés común como la Eurororregión. De hecho, el propio encuentro ha vuelto a poner de manifiesto la necesidad de hacer frente común en la defensa de las instituciones propias y del autogobierno. En especial en lo que se refiere al régimen foral y la autonomía financiera, nuevamente cuestionada por quienes ven en el Convenio y en el Concierto dos herramientas de diferenciación que nunca han gustado en una parte del Estado.
La reunión en todo caso ha sacado a relucir algunos complejos históricos que todavía hoy están presentes en una parte importante de la clase política. El silencio de UPN y PP, que han evitado polemizar con un encuentro institucional sobrio y sereno, ha contrastado con los esfuerzos de Chivite por subrayar que cualquier relación por la CAV pasa por el respeto institucional y es equiparable a la relación de vecindad que Navarra puede tener con La Rioja o Aragón.
Menciones forzadas que muestran inseguridad política, pero que además son innecesarias. A estas alturas, más de 40 años después de la aprobación del Amejoramiento, las instituciones navarras están plenamente consolidadas. Nadie, tampoco el nacionalismo vasco, está planteando una única unidad autonómica que aglutine a las cuatro provincias. A lo sumo se apuesta por una relación más estrecha entre las dos administraciones y la búsqueda de puntos de colaboración y encuentro en otros ámbitos de carácter local, cultural o deportivo.
Incluso, el reciente planteamiento del líder histórico de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi, para lograr “un gran estatus” en Navarra y la CAV que tanto revuelo político ha creado, parte del reconocimiento de la actual división territorial y de sus símbolos. Y es tan legítimo como la aspiración a una república vasca que, hoy por hoy, es poco más que una utopía.
Un futuro mejor
Es más. Si Navarra ha logrado avanzar en su autogobierno en los últimos años, con la asunción de la competencia exclusiva de Tráfico para la Policía Foral que la próxima semana ratificará el Congreso, o la futura transferencia de la gestión de becas e I+D+I, ha sido precisamente por el empeño de las fuerzas abertzales, Geroa Bai y EH Bildu.
Desde una posición pragmática que además les ha consolidado al frente de las instituciones. La llegada de los vascos al poder no solo no ha supuesto la desaparición de Navarra como comunidad diferenciada, sino le ha aportado estabilidad institucional y, con aciertos y errores en la gestión, una mejora de los ratios de calidad de vida. La Navarra de hoy es mejor que la de 2015.
Conviene por lo tanto sacudirse los miedos y asumir que la vinculación entre Navarra y Euskadi tiene un componente especial que no hay con otras regiones. Y eso pasa por superar de forma definitiva las desconfianzas del pasado. Marcadas por los años de violencia pero también por intereses políticos muy determinados que han lastrado la relación entre dos territorios con muchos lazos en común.
Navarra y la CAV tienen lazos históricos, lingüísticos y culturales. Pero también sociales y económicos especialmente importantes
Históricos, lingüísticos y culturales. Pero también sociales y económicos. Que van de la normalización del euskera a la defensa del autogobierno, pasando por unos intereses industriales que van de la mano en medio de una transformación tecnológica y digital con muchos riesgos. Retos que en muchas ocasiones van a requerir de un estrategia conjunta y que requieren reconocer, sin temor alguno, que los dos territorios tienen un vínculo especial que a ambos les interesa cuidar.