Las puertas correderas mecánicas de la entrada a Urgencias del Hospital Universitario de Navarra (HUN) prácticamente no se cierran, porque en estos días no paran de entrar y salir pacientes y acompañantes. Apenas hay momentos en los que alguno de los asientos de la sala de espera esté libre y en los pasillos, además de familiares y cuidadores, también se ven camillas con pacientes que no tienen hueco en los boxes. Los sanitarios van y vienen a un ritmo frenético, sobrepasados por la altísima demanda a la que tienen que hacer frente estos días.

Este miércoles por la tarde, una vecina de Pamplona acompañaba a su tía a Urgencias, que ya sufría patologías previas y su situación había empeorado. “Solo llevamos aquí una hora y esto parece la guerra”, comentaba la mujer, que relataba que a su tía, una mujer mayor, la estaban atendiendo en una de las camillas ubicadas en los pasillos.

A su lado, otra mujer se daba un respiro en la entrada tras más de 15 horas metida en Urgencias. Ella ha acudido por una urgencia grave, su padre sufrió una dolencia cardiaca y tuvo que ser atendido rápidamente. “Lógicamente no hemos tenido que esperar, estos casos graves los atienden en el momento. Ahora le están haciendo pruebas en observación, por lo que nosotros no hemos notado la saturación. Pero la verdad que la sala de espera está todo el rato a reventar”, comentaba la mujer.

En estas circunstancias, la crispación y el malestar tanto de pacientes como de sanitarios se palpa en el ambiente. “No hay colapso, porque se sigue atendiendo a todos, pero los tiempos de espera se alargan mucho y la intimidad del paciente y la calidad en la atención se ven perjudicadas”, señalaban ayer profesionales del servicio.

De hecho, el tener a pacientes pendientes de hospitalizar está incrementando el trabajo que tienen que asumir la plantilla de Urgencias. “A parte de nuestro trabajo tenemos que atender como si estuviesen en planta a 20-25 pacientes que están pendientes de una cama. Además está siendo difícil cubrir muchas de las bajas que estamos teniendo y lo estamos supliendo con horas extra y doblando turno”, sostenían.

Ejemplo de ello es una vecina de Leitza que ha sido derivada a Pamplona por una diverticulitis –inflamación de la pared interna del intestino– y que se ha pasado más de cinco horas retorciéndose de dolor en una silla de ruedas porque no había ninguna cama disponible. “Encima estábamos todos apelotonados y muchos con problemas respiratorios, había mucho riesgo”, relataba la paciente, que destaca la gran atención recibida por parte de los sanitarios: “Tal y como estaban y me trataron muy bien y con mucho cariño”.