Fecha: Sábado, 4 de febrero. Lugar: Pabellón Anaitasuna, Iruñea. Intérpretes: Estopa, dúo integrado por David Muñoz a la voz y José Muñoz a la guitarra española, a la voz, y a los coros, acompañados por Tony, a los teclados; Luis Dulzaides, a la percusión; Angie Bao, a la batería; A. Ramos, al bajo, y L. Vagnone y Juan Maya, a las guitarras eléctrica y flamenca. Incidencias: Presentación de Estopa 2.0. Dos horas y ¼ de duración, bises incluidos. Lleno, público de ambos sexos y diferentes edades que se mostró entregado.
DOS años después de su última visita, los hermanos Muñoz volvieron a dar estopa -desde el prisma artístico- en Iruñea, ofreciendo un concierto que, se mire como se mire, satisfizo plenamente a los presentes: cosa del repertorio elegido, de la concepción artística del show y del apabullante montaje desplegado para acoger su puesta en escena, destacando las espectaculares cinco pantallas leds empleadas para ello (abarcando las mismas la práctica totalidad del fondo que acogió el escenario) y los medios luminotécnicos esgrimidos: efectos que, realmente difícil describirlos en este espacio, a una con las distintas interpretaciones llevaron al público incluso a prorrumpir gritos de admiración.
Entre silbidos de impaciencia traducidos, a una con el apagado de las luces, en ingentes muestras de expectación; ante un más que caldeado recinto, el esperado concierto arrancó con Mañanitas, sonando a continuación Vino tinto. Con David aprovechando cualquier resquicio para hacer gala de su magnetismo, una vez que saludara en euskera y castellano, la apoteósica cita continuó de manos de otros dos temas de estreno, Me quedaré y La primavera, trayendo consigo este último no sólo un microclima de tres minutos de duración -tal y como deseó David en su presentación-, sino de tanto tiempo como duró la velada: una actuación cuyo sonido, en otro orden de cosas, en lo que a brillo se refiere, fue de menos a más, circunstancia que a nadie pareció importar a juzgar por cómo fueron recibidas todas y cada una de las canciones: las previamente nombradas o las siguientes en llegar, Fin de semana, Run Run o Rumba sin nombre, composición que, con baile final del vocalista incluido, dio paso a una especie de revival integrado entre otras por Jardín del olvido (bajo una lluvia virtual de hojitas de característica y reconocida silueta) y Partiendo la pana: fuera de toda duda, la que se llevó la palma, en lo referido a efusiva respuesta popular. A continuación, con los ochos músicos en primera línea sentados en abierto semicírculo, la noche tomó nuevos y sugerentes derroteros, de sabor ya, intimista, como el deparado por En mi primera cana (brindado por los Muñoz acompañados únicamente por la guitarra flamenca de Juan Maya), ya totalmente escorados hacia el flamenco, con el público cantando a corazón en grito los tres inolvidables hits que se sucedieron, rescatados del primer CD: Tu calorro, La raja de tu falda (con percusionista y baterista reivindicándose con un par de cajones de por medio) y El del medio de los Chichos, imprescindibles. Bueno, al igual que compañeros suyos de camada ofrecidos ya en formato normal, como Exiliado en el lavabo ("una canción triste pero necesaria", según comentó David), Me falta el aliento y Cacho a cacho, con el que parecieron terminar. Pero no. Todavía faltaban temas nuevos y viejos, y el público lo sabía: razón por la que hasta que cerca de media hora después sonó Como Camarón, pedida al unísono por el gentío, nadie amagó con irse.
Estopa volvió a vencer por goleada en Iruñea, iluminando la noche y demostrando cuál sigue siendo su fuente de energía: hacer buenas canciones y tocarlas ante los suyos; bueno, su fuente y su punto fuerte, transformando con su hacer el Anaitasuna en otro mundo; en un mundo aparte -poco menos- durante el tiempo que duró su actuación. Intratables una vez más los de Cornellá.