Una nueva luz envuelve la última obra de Iñaki Lazkoz (Pamplona, 1973). Una luz de misticismo y espiritualidad que atrapa a quien contempla sus cuadros, que dicen lo esencial. Lo que tienen que decir, con las palabras justas. Con la limpieza y el detallismo precisos.
El artista pamplonés vuelve después de tres años de ausencia a la galería Ormolú para deleitarnos con el trabajo que ha ido creando en todo este tiempo. Un regreso muy esperado, como ocurre con todas sus exposiciones, a juzgar por el ritmo al que van las ventas, que ya comenzaron antes de inaugurarse la exposición el pasado viernes. Y es que el de Lazkoz es puro arte del que deja sin palabras a quien lo admira. Que irradia belleza y talento a raudales, y en este caso, además, una fuerza poderosa y misteriosa encarnada en los dos cuadros estrella de la muestra, con los corderos místicos como protagonistas. Dos óleos que eclipsan a los otros veinticinco de la exposición, titulada Una luz. La temática del simbolismo religioso es una novedad en la obra de Iñaki Lazkoz. “Hacía tiempo que tenía en la cabeza ese tema, pero no sabía muy bien cómo enfocarlo. No quería centrarme en la representación de la figura humana, que es a lo que más se presta esta temática religiosa; me parecía demasiado complicado. Entonces, en un viaje a Gante, fui a la catedral y vi el cordero místico de Van Eyck, que está allí (en medio del retablo La adoración del cordero místico). Fue el chispazo, al verlo supe que tenía que usar esa imagen como motivo para pintar”, cuenta Lazkoz, quien en su línea de descontextualizar los motivos que pinta, se propuso “sacar al cordero de ese horror vacui que es el cuadro de Van Eyck, de todo ese barullo”, y ponerlo en uno de sus cuadros, dándole el protagonismo. Empezó a investigar sobre la simbología del cordero místico, “el cordero de Dios que derrama su sangre por nosotros, y que está posado sobre el Libro de los Siete Sellos en el que están incluidos el Apocalipsis y las siete plagas... El cordero está ahí, sujetando el libro, salvándonos a todos de alguna manera”, cuenta el pintor pamplonés, quien reconoce que no es “una persona creyente” -y por ello tuvo que ponerse al día sobre esta simbología-, aunque sí se considera “espiritual”. Para retratar estos corderos Lazkoz tuvo que recurrir a préstamos: del libro, de los cálices -procedentes de la Capilla de San Fermín-, la corona, la bandera de Cristo resucitado que aparece sujetando el cordero en una de las obras, la más barroca de las dos. “Me ha gustado la experiencia de pintar algo que simboliza tanto, que tiene una carga tan fuerte. Me ha impresionado. Sentía que no era como pintar cualquier cuadro, que era un cordero pero no cualquier cordero, al final estás pintando a Cristo...”, cuenta.
Misterio y realidad se funden en estas obras, que nos hablan a través de la poderosa fuerza concentrada en la mirada de los corderos. “Cuando pinto animales tiendo a humanizarlos, no puedo evitarlo”, dice Lazkoz mirando los dos cuadros que acaparan toda su atención y que alimentan, de momento de sobra, su inspiración de artista. “No es que vaya a lanzarme a lo loco con el tema de la simbología religiosa, pero me ha gustado mucho la experiencia de investigar sobre ello y sobre la teatralidad y la espacialidad tan presentes en estas obras”, afirma el autor sobre estos poderosos retratos que, asegura, ha creado “con cero intención comercial”. “Ha sido un capricho que me he dado a mí mismo”, dice.
tic tac, tic tac...
El paso del tiempo
El título de la exposición, Una luz, también cobra su sentido por el ambiente nocturno recreado en muchos de los cuadros de edificios de Pamplona y otros lugares como Brujas, Gante o Londres, retratados con luces a modo de pequeñas chispas de vida en los cuadros. “Para contrastar con esas luces he puesto esta vez mucho fondo oscuro”, dice en alusión a una serie de cuadros de los que el visitante disfrutará en una atmósfera de intimidad.
Los coches antiguos, como el Citroën Tiburón -retratado en turquesa, en violeta, en rojo y en gris- o el Seat 600 -aquí en negro y con paisaje de Pamplona-, tampoco faltan en Una luz, en la que también está presente la temática del paso del tiempo, concentrado en un antiguo y bello reloj-despertador francés del que Lazkoz ha pintado la cara y el revés, o en el flamante barco pesquero de madera Mariñel, que el pintor fotografió en Hondarribia, “vestido de gala con banderines”, y que protagoniza el cuadro de mayor tamaño de la exposición (2,50 m x 1,30 m) -y el más cotizado-, así como un dibujo a grafito.
Como novedad, alguna persona se cuela en dos cuadros de Lazkoz: un paseante junto a un edificio, y el conductor de una villavesa antigua y un usuario del transporte que aparece sentado en la parte delantera. “Son pequeños elementos que vas introduciendo para refrescarte a ti mismo”, dice el pintor, al tiempo que desvela otras novedades de esta exposición: el tamaño mediano y el formato cuadrado que ha dado a muchos de los cuadros.
Los motivos que pinta Iñaki Lazkoz son variados, pero todos tienen algo en común: le han elegido al artista. “Me hablan cuando los veo. Igual que el amor te elige, los motivos me encuentran. Por lo decadente, lo antiguo tirando a viejo, que siempre me ha atraído mucho”, apunta el artista, que se siente “un privilegiado y una excepción” porque sigue vendiendo obra, tanto por encargo como la que expone con las dos galerías con las que trabaja, Ormolú en Pamplona y A Cuadros en Madrid. “Tengo suerte. Soy consciente de que otros compañeros no venden y yo me voy salvando”. Aunque cree que la peor época para el mercado del arte, en la que “se cerró el grifo en seco”, ya “pasó”. “Todavía duran los efectos, pero noto que la gente que puede gastar ha perdido un poco el miedo a gastar”.
A él, que se considera un artista de producción lenta, lo que más le cuesta es “retener obra” cuando prepara una exposición. “Imagínate, 27 cuadros de los que no me puedo desprender, no puedo enseñar ni vender en tres años... El crear una exposición así de grande es un lastre muy potente”, dice. Para su público, que lo logre es siempre una celebración.
Autor. Iñaki Lazkoz.
Lugar. Galería Ormolú.
Obra. Corderos místicos conviven con edificios de Pamplona y otros lugares como Londres, Brujas o Gante; coches, objetos como un reloj-despertador, un barco pesquero de Hondarribia o una muñeca Nancy de comunión... motivos antiguos que enamoran al pintor por su decadencia y su carga de historia vital. Están a la venta a precios que oscilan desde los 650 euros hasta los 9.500.
Fechas y horario. Inaugurada el pasado viernes, la exposición se puede visitar hasta el 31 de enero, de lunes a viernes en horario de 10 a 13.30 y de 17 a 20 horas. Los sábados, este mes de diciembre abrirá todos de 10 a 13.30 horas, y en enero, en ese mismo horario pero solo el último sábado del mes. Cerrará los días 25 de diciembre, 1 y 6 de enero, y el día 5 de enero solo abrirá en horario de mañana.