Foro Hiria contó con una nueva edición, celebrada este jueves y bajo el título de “Respuestas audaces ante la emergencia climática”. El evento, organizado por DIARIO DE NOTICIAS y patrocinado por Gobierno de Navarra, se enmarcó dentro de las diferentes actividades organizadas en la primera Semana del Clima de Navarra. En la primera mesa de debate se abordaron cuestiones como la acción local frente a fenómenos globales, la gobernanza participativa, la coordinación interdepartamental y el papel de proyectos europeos como LIFE NAdapta. El encuentro contó con la participación de Itziar Gómez, directora gerente de la sociedad pública Orekan; Julen Rekondo, miembro de la Fundación Clima y Premio Nacional de Medio Ambiente; María Mar Alonso Martín, directora de Acción Climática de Ihobe, Gobierno Vasco; y Peio Oria, responsable de Reducción de Riesgos de Tesicnor.
Combatir la desinformación
“Ante nuevos retos necesitamos nuevas herramientas y nuevas respuestas, más exigentes y audaces”, advirtió Itziar Gómez, abriendo una jornada centrada en el reto de comunicar, entender y enfrentar una crisis que atraviesa todos los ámbitos de la vida.
Gómez no se anduvo con rodeos: “No basta con generar conocimiento especializado; tenemos que hacer frente a la desinformación, al negacionismo, a los bulos que cuestionan el cambio climático”. A su juicio, la batalla no se libra solo en los laboratorios o en las instituciones, sino también en la opinión pública. “Eso no se hace solo produciendo conocimiento, sino divulgándolo”, insistió, subrayando la necesidad de trasladar la ciencia a la sociedad, de conectar el dato con la vida cotidiana.
Desde Orekan —recordó— se trabaja en todos los frentes del medio ambiente: la gestión forestal, la protección de especies y espacios naturales, el control de la calidad del aire y del agua, o la adaptación de los municipios a los riesgos climáticos. “Las predicciones que hemos elaborado con el proyecto Life NAdapta muestran que la temperatura media en Navarra puede aumentar 3,5 grados para 2080 respecto a 1961”, explicó. “Va a llover menos, pero cuando lo haga será de golpe. Los impactos son durísimos, en la economía y en la salud”.
Y lanzó una advertencia que resonó entre los asistentes: “Las previsiones ya son como para preocuparse. Hablamos de buscar nuevos modelos de producción y consumo, y eso implica vencer la resistencia al cambio”. Porque, añadió, “el negacionismo no es solo no creer en la ciencia, sino también resistirse a cambiar un modelo que tiene límites”.
Un cambio de paradigma
La palabra negacionismo planeó sobre toda la jornada. Julen Rekondo profundizó en ese fenómeno cambiante. “Hay que combatir los bulos, pero sabiendo que la sociedad no es homogénea: la comunicación debe adaptarse a cada grupo”, señaló. Citó una encuesta reciente del Gobierno de Navarra: el 82% de la ciudadanía muestra preocupación por el cambio climático, pero entre los jóvenes esa preocupación ha caído más de un 19% desde 2019.
“Por cada noticia positiva reciben cuatro negativas. Y su principal fuente de información son las redes sociales”, lamentó.
Rekondo alertó también sobre la deriva política del negacionismo. “Antes eran las compañías energéticas las que lideraban ese discurso; hoy lo hacen algunos líderes políticos. Lo vemos con Trump y con los centros de pensamiento que exportan ideología negacionista”. Y recordó que “los cambios climáticos siempre han existido, sí, pero el actual no es natural: es antropogénico, causado por las actividades humanas. Está científicamente demostrado”.
El experto llamó a reducir consumos energéticos y apostó por un decrecimiento ordenado. “No hablamos de cartillas de racionamiento, sino de vivir mejor con menos. El 25% del petróleo en países como el nuestro lo consumen los vehículos privados. Y el transporte público merece obtener más recursos, denunció. Pero su mensaje fue también social: “Hay que poner a los sectores vulnerables en el centro. Solo el 1% de los planes de adaptación en Europa lo hacen. La transición ecológica debe ser justa, o no será”.
Una transformación real
Desde Euskadi, María Mar Alonso Martín aportó una mirada complementaria. “Tenemos que actuar todos, aunque no todos tengamos el mismo grado de impacto”, explicó. Subrayó la importancia de la cooperación territorial: “En Euskadi recorremos un camino paralelo con Navarra; compartimos experiencias y aprendizajes. Es importante demostrar que lo que hacemos sirve para corregir”.
Con datos sobre la mesa, defendió que la acción climática no está reñida con el desarrollo económico: “En Euskadi hemos reducido un 38% las emisiones mientras el PIB ha crecido un 30%. Es factible reducir emisiones y mantener empleo e industria”. Pero advirtió que el cambio climático no distingue fronteras ni tamaños: “No importa cuánto PIB tenga un ayuntamiento; si está expuesto, hay que apoyarlo”.
Alonso insistió en que “aunque frenemos las emisiones, el clima tiene inercia y nos tenemos que adaptar”. Y subrayó el valor de lo local frente a la tentación de mirar solo a China o a Estados Unidos: “La adaptación es un mensaje local. El cambio climático también se produce de forma gradual y eso afecta a nuestros ecosistemas y recursos. Es algo de hoy y de mañana”.
Más de tres grados
El encuentro terminó con Peio Oria, quien advirtió que “los modelos climáticos se están quedando cortos”. Según él, “la situación ha cambiado por completo en apenas tres años. Lo que antes se consideraba un evento de cada cien años puede repetirse en una década”. Recordó inundaciones recientes en Tafalla, Bera o Arano, y reclamó una respuesta práctica: “Hay que proteger los núcleos poblados, saber evacuar los pueblos rápidamente, hacer simulacros cada mes”.
Oria fue más allá en su diagnóstico: “La mayoría de la comunidad científica dice que los tres grados llegarán en 2050. Eso serían cinco grados en la península y siete u ocho en verano. A esas temperaturas no habrá bosques ni cosechas viables”. Y advirtió que esas pérdidas “originarán oleadas migratorias masivas que no estamos teniendo en cuenta”.
Con un discurso claro y directo, cerró su intervención con un llamamiento a replantear las prioridades globales: “El 80% de los fondos se destinan a la mitigación y solo el 20% a la adaptación. Pero si no vamos a tiempo para frenar las emisiones, ¿no tendría sentido invertir más en adaptarnos? No digo que sea carta blanca para seguir emitiendo, pero o apostamos por la adaptación social y local o el planeta que habiten nuestras hijas será completamente distinto”.
Entre los aplausos finales quedó flotando una sensación de consenso y alarma: la ciencia ya no discute el cambio climático; lo que está en debate es la capacidad de la sociedad para afrontarlo con decisión y verdad. Porque, como resumió Itziar Gómez, “la ciencia tiene los datos, pero la respuesta depende de todos”.