Analizamos las claves del éxito de una de las obras más deslumbrantes del añorado Franco Batiatto, ‘La voce del padrone’ (1981):

Tiene el punto justo de experimentación y comercialidad. No es ni muy complejo, ni facilón. Entra estupendamente a la primera escucha, pero la producción es rica en matices tecnológicos, imaginación y sorpresa. Vale tanto para bailar en una discoteca como para disfrutar con una copa sentado en el sofá de casa. De espíritu italiano y vocación europeísta, es, en resumen, excelente música pop. Para todos los públicos y refinado al mismo tiempo. Battiato logra lo imposible cuadrando el círculo.

Los números están de su parte. Fue el primer disco italiano en despachar un millón de copias y la revista Rolling Stone lo encumbró como el segundo disco italiano más importante de la historia. En Francia fue tremendamente popular y logró vender más de medio millón de copias por el single ‘Centro di gravità permanente’. El éxito se extendió al resto de Europa. En un guiño al mercado hispano, tradujo las siete canciones del disco al castellano y se tituló como ‘La voz de su amo’.

Es hijo de su tiempo. 1981 fue un año prolífico en la historia de la música pop. A los coletazos del punk, hay que añadirle la apertura mental que trajo la nueva década con ingredientes de lo más variados (electrónica, post-punk, new wave) y que emparentan la modernidad de Battiato con The Human League, Kraftwerk, The Cure o Radio Futura. Casi nada.

Tan corto como inapelable. Nada de rellenos y temas sobrantes para llegar al clásico LP de 10 o 12 canciones en el que brillan los singles y el resto quedan arrinconados en una polvorienta esquina. No sobra ni una canción de las 7 seleccionadas, desde la inicial y balsámica ‘Summer on solitary beach’ a las referencias eróticas de ‘Sentimiento nuevo’. 31 minutos y 21 segundos gloriosos.

Es 100% eurovisivo.Cuando el popular festival era respetable y lo realmente importante era la música y no la habitual parafernalia televisiva, Battiato había presentado sus credenciales. Pocos discos encajarían tan bien con aquel festival de divertido espíritu ochentero como éste. Lo curioso es que el álbum se convirtió en una especie de aperitivo, ya que el maestro participó en 1984, en la edición de Luxemburgo, con la canción ‘I treni di Tozeur’. Quedó en un meritorio quinto puesto y obtuvo 70 puntos.

Contiene el clásico de los clásicos de Battiato.Puro sonido new wave, la canción por la que un gran artista pop moriría por componer podría ser perfectamente ‘Centro di gravità permanente’. Empieza como sin nada, bajo un manto tecno-pop, y poco a poco despega hasta llegar a un estribillo magnético que, para más inri, indaga en las teorías místicas del armenio George Ivánovich Gurdjieff y las dificultades del ser humano en controlar sus impulsos emocionales. La cuadratura del círculo, una vez más. Al nivel de los grandes hits de The Pet Shop Boys.

Letras singulares, coros peculiares y... giros que escapan del abecé de la música pop. Una mente tan desprejuiciada como la de Battiato puede inspirarse en el artista brasileño Caetano Veloso y reinventar de arriba abajo ‘Cuccurucucù paloma’ en una sorprendente interpretación destinada a reventar las pistas de baile. Sigue siendo uno de sus temas más bailados, claro está, junto a ‘Voglio vederti danzare’, que llegaría un año más tarde. Pero esa es ya otra historia.