1.820 domingos ininterrumpidos por los campos y montes de Euskal Herria, más de 2.000 fotografías y 121 especies de plantas recolectadas, clasificadas y dibujadas a pluma. Tras 35 años de arduo trabajo, el botánico Mikel Lorda López acaba de publicar la biblia de las flores: Lirios, Narcisos e Iris en el País Vasco y Navarra. Atlas y Guía de las familias Liliaceae, Amaryllidaceae, Iridaceae y Smilacaceae.

A pesar de las complejidades, numerosas en las casi cuatro décadas de investigación, nunca se planteó tirar la toalla: "Las dificultades son un acicate. Cuando has cogido una planta que plantea dificultades de determinación te impulsa a volver a salir al campo y estudiarlas más en el laboratorio", asegura.

La afición por las plantas se remonta a la infancia y procede de familia. "A mi madre siempre le gustaron y de pequeño salíamos al campo, e incluso me acompañó de muy mayor", relata. En la adolescencia, el apego hacia la naturaleza aumentó, estudió botánica, se convirtió en profesor del C.I. Agroforestal de Pamplona y los fines de semana recolectaba plantas en el campo, aunque sin la intención de escribir nada.

Domingo a domingo fue recopilando información hasta que hace 10 años decidió que había llegado la hora de divulgar su estudio. "Estaba en la sierra de Izco buscando Crocus nevadensis -azafrán blanco de montaña-, que es una planta frecuente por la Navarra Media. Ya tenía material que merecía la pena y que debía compartir", comenta.

El libro, de 898 páginas, explica, en primer lugar, la geología el clima y la vegetación en Navarra y en el País Vasco. En una segunda parte, "la más amplia y detallada" se describen cada una de las familias estudiadas -Liliaceae, Amaryllidaceae, Iridaceae y Smilacaceae-, los géneros y las 121 especies, que cuenta con una ficha técnica específica.

"Son plantas súper atractivas, muy llamativas, espectaculares y de muchos géneros no se conocían bien. Había muchas lagunas a nivel botánico y por eso me propuse profundizar en su estudio y clasificación y conocer sus áreas de distribución", afirma.

La obra está ilustrada con cerca de 2.500 imágenes -más del 90% son suyas y el resto de compañeros botánicos y fotógrafos-, mapas con las coordenadas exactas de todas las plantas que ha recolectado, ilustraciones en fondo negro y dibujos a pluma.

"Primero las dibujo en un cuaderno de papel, lo calco en un papel vegetal y lo paso a la hoja definitiva, donde vuelvo a dibujar la planta al detalle y con plumilla. Es costoso", reconoce. Ese dibujo, continúa, se escanea y en el ordenador se pone el nombre de las diferentes partes de la planta para conseguir una imagen global.Las salidas al campo

Durante 35 años, todos los domingos -Lorda asegura que no ha fallado casi ninguno-, ha salido al monte en busca de plantas. La labor, señala, no es sencilla: hay que localizar la planta, fotografiarla, coger las coordenadas para la elaboración de los mapas, recogerla, llevarla a casa, secarla, dibujarla, estudiarla "con mucho detalle" y clasificarla. E incluso las vacaciones se organizaban, y organizan, con la finalidad de estudiar esas mismas plantas en otros lugares del Estado: Cantabria, Extremadura, Comunidad Valenciana, Andalucía, Aragón...

Muchas veces, admite, se sale al monte sin la certeza de encontrar lo que se busca. "Sabes que en un hayedo, un robledal, un acantilado o una duna puedes localizar la planta que estás investigando, pero no tienes la certeza total. Me acercaba y trataba de conseguirla. Si estaba perfecto, sino, nada", apunta.

Sin embargo, en otros casos, la recompensa es doble, e incluso superior: "En la sierra de Andía, recolecté unos narcisos un tanto especiales que me llamaron la atención. J. Fernández Casas, botánico del Real Jardín Botánico de Madrid, los estudió y tuve la suerte de que le pusiera mi bombre, Narcisus x mikeli lordae. Son unas plantas que solo aparecen en Andía y Urbasa y en algún entorno próximo ", explica.

Durante estos años, su mujer, Pilar Alfaro, le ha acompañado en casi todas las salidas al campo. "Ha sido fundamental. Además, tiene buen ojo a la hora de encontrar plantas y me ha ayudado a recogerlas y recopilar los datos.

También agradece la labor realizada por sus compañeros de profesión, que le han enseñado sitios donde encontrar alguna novedad. Y no se olvida de su amigo Jon Sola, fallecido en julio de 2019, al que ha dedicado este libro.