La industria navarra está en boca de todos. Y en las últimas semanas no precisamente para bien. Los anuncios de deslocalizaciones y cierres en multinacionales y empresas navarras que arrastraban sus propios problemas han devuelto a la actualidad a un sector clave para la economía navarra, que emplea a una de cada cinco personas.
¿Es la situación tan preocupante como puede parecer? El contexto lo conocemos todos (crisis UE, costes energéticos, aranceles…), no es precisamente el mejor y no parece que vaya a despejarse en corto. Pese a ello, la industria navarra lo hizo bien en 2024: subió su producción un 2,3% (cuarta mejor comunidad) y elevó el empleo en unas 1000 personas. Un desempeño quizá no brillante, sí más que correcto, pero que no debe ocultar algunas cuestiones.
Los datos
Casi la mitad del nuevo empleo es agroalimentario. Lo bueno: este no se concentra en Pamplona, con lo que ayuda al equilibrio territorial y además no se deslocaliza. Lo malo: es la industria que, en general, peor paga. Además, existe cierta debilidad en otras ramas de actividad. No es fácil crecer: Navarra sigue siendo la comunidad con más peso industrial.
El auto resiste, pero el futuro resulta muy incierto. Nadie sabe cuántos coches eléctricos será capaz de vender VW a partir de 2026 y varias empresas de componentes se encuentran muy tocadas. Es general: en Europa, diversos estudios apuntan a una sobrecapacidad instalada de casi dos millones de coches al año, por lo que no se pueden descartar cierres de plantas.
Además han emergido los problemas de fábricas concretas. BSH, por ejemplo, acusa la competencia china, turca y coreana, que le roba mercado. Manda el precio y la percepción de calidad se iguala. Si compramos producto asiático, el empleo se genera allí. No hay más. Sunsundegui es un caso diferente: se trata de una planta con poca tecnología, una producción escasamente automatizada y sin rentabilidad histórica, que, acumula deuda pese a la respiración asistida que le ha aplicado el Gobierno de Navarra. Se ha desmorona cuando debía crecer.

El modelo
El modelo navarro es válido, pero necesita actualizarse y no nos hemos dado prisa. Faltan servicios de alto valor, cuesta retener sedes centrales y captar nuevas empresas. La inversión en I+D es superior a la española, sí. pero muy modesta si se compara con Asia, EEUU o la Europa top. Años en el 2% o por debajo. Eso se nota. Ha habido demasiada autocomplacencia en este sentido.
Tampoco el Estado ha corrido para impulsar infraestructuras como la autovía a Madrid (la Ribera podría haber crecido en logística) o la de Huesca. Por no hablar del tren. Recuperar una conexión aérea a Europa también ayuda y acerca. Es dinero, creo, bien gastado.
En suma, la base es buena, pero apenas surgen nuevos nichos de negocio y se multiplican los riesgos. Lo bueno: esto pasa en un momento en que hay dinero. Pero lo público debe implicarse a fondo y quizá priorizar el futuro frente a las exigencias del capítulo 1. No es fácil, es política.
Lo hemos visto en el caso de Talgo. Las administraciones se han implicado, incluso las antiguas cajas, hoy meras fundaciones, pero con dinero fresco en la caja. Hay que repensar y ser valiente. Las reglas con las que comenzó el siglo no sirven ya hoy.
¿Fiscalidad? Una última idea. Navarra puede actuar ahí. El impuesto de Sociedades se estancó en 2024 y pesa cada vez menos en la recaudación total. Se puede usar como reclamo, bajando tipos de manera relevante (¿al15%?), eliminando deducciones y fomentando la reinversión. Un golpe de efecto que, otra vez, nos ponga en el mapa. Fuera complejos. Es el momento