Navarra ha entrado en la carrera espacial. A su manera, a su tiempo, con sus posibilidades. No se trata de colonizar el espacio o de llevar a un cuenco a la Luna o hacer un sube y baja como Jesús Calleja. Los cohetes, las naves espaciales, son cosa de estadounidenses, rusos y chinos. También de muchimillonarios caprichosos como Elon Musk o Jeff Bezos. El plan de Navarra pasa por hacerse un hueco en el ámbito de las empresas aeroespaciales, un sector que emplea ya a 670 personas y que quiere seguir creciendo.
De antiguo, Navarra solo ha mirado al cielo para saber cómo viene el tiempo, si permitirá sembrar o si arruinará la cosecha. El único cohete que ha atrapado la atención de miles y miles de personas en toda la geografía foral es el que anuncia las fiestas patronales. Poco más. Y eso que ha habido acontecimientos aeronáuticos significativos, pioneros en algunos casos. Porque antes de que las estaciones espaciales orbitaran alrededor de la Tierra, los exploradores del espacio más cercano, el más pegado al suelo, experimentaron con globos y rudimentarios aeroplanos de fabricación casera.
Ya por 1875 hay constancia del abrupto aterrizaje en Pamplona de un globo aerostático francés que llegó hasta la capital arrastrado por el viento. Es fácil imaginar la cara de sorpresa del vecindario al ver descender un objeto del cielo. Tiempo después, la población se acostumbró a esos vuelos lentos con la llegada a Pamplona en septiembre de 1907 de la Compañía Aerostática del parque de Ingenieros de Guadalajara con 48 hombres y tres globos, al mando del capitán de ingenieros Antonio Gordejuela, y que operaba desde el Fuerte Alfonso XII de San Cristóbal. Solo tres años después, en abril de 1910, Leonce Garnier realizaba con su biplano en Noáin uno de los primeros vuelos registrados en el Estado.
La historia de la aeronáutica no es ajena a Navarra, pero en una sociedad básicamente rural durante la primera mitad del siglo XX, aquellas novedades del pasado se fueron alejando hasta perderlas de vista. Hoy, más de cien años después de aquellos acontecimiento (que no han tenido el reconocimiento que merecen), políticos y empresarios dan un salto adelante y trabajan para impulsar el sector aeroespacial, que en 2023 ya generó unos 300 millones de euros. El futuro está en las estrellas.