Ha sido como una explosión en cadena. Navarra Suma saltó por los aires en el Congreso con la votación de la reforma laboral. Aquello derivó en la expulsión de Sergio Sayas y Carlos García Adanero de UPN, primero; en una creciente desconfianza con el PP después; y, finalmente, con una guerra abierta por el espacio electoral que ha alcanzado también a los grupos municipales.

Rara es la localidad en la que la conformación de listas no está generando tensiones entre UPN y el PP. El ejemplo más claro ha sido Pamplona, donde dos miembros del equipo de gobierno de Enrique Maya, Fermín Alonso y María García Barberena, han anunciado su paso al PP. Pero algo similar ha ocurrido en Tudela, en el Valle de Egüés o en localidades de menor población como la Cendea de Cizur o Villafranca. La guerra es fratricida y no va a parar hasta las elecciones por mucho que ambos partidos, como apunta el propio Maya, estén condenados a entenderse el día después allí donde puedan sumar mayoría de gobierno.

Pero la desconfianza hoy por hoy es total. Unos y otros anuncian fichajes entre denuncias de transfuguismo y acusaciones de deslealtad. Aunque son más quienes se marchan al PP, por la lógica de que es el partido menor quien necesita ganar más espacio, también hay casos de sentido inverso. Y más allá de los argumentos con los que se están justificando algunos cambios de sigla, –que suenan más bien a excusa–, en buena parte de ellos asoma un interés personal ante la perspectiva de perder el protagonismo político.

Es lo que está argumentando UPN, que señala a Sayas y a Adanero como ejemplo de transfuguismo. Una vía que han seguido después otros de sus simpatizantes, como la parlamentaria Maribel García Malo o los ya citados ediles de Pamplona. Pero que sirve también para Tudela, donde el candidato regionalista, Alejandro Toquero, ha captado a la edil Verónica Gormedino (PP) después de que su hasta ahora compañera de partido, Irene Royo, asumiera la candidatura popular que también aspiraba a liderar. La respuesta ha sido cambiar de partido.

Entre unos y otros ha quedado Ciudadanos, que ve cómo algunos de sus cargos se van colocando indistintamente en las listas de UPN y PP, y que advierte de que esta deriva “partidista” y “personalista” les condena a una nueva derrota electoral.

El control de los comités locales

Pero en esta guerra se mezclan también otros elementos de poder interno dentro de UPN. En muchos municipios el equipo de Javier Esparza ha apostado por relegar en las listas a quienes en el último congreso apoyaron a Sergio Sayas. El ejemplo claro es el Valle de Egüés, donde la actual alcaldesa, Amaya Larraya, ha sido sustituida por una candidata que ni siquiera vive en el valle, pero afín a la dirección regional, en un proceso interno lleno de “puñaladas”, según han denunciado los propios concejales de UPN. La ruptura ha llegado a tal punto que simpatizantes de la formación han puesto en marcha una recogida de firmas para tratar de sacar una lista independiente alternativa. De esta forma, es posible que en la tercera localidad más poblada de Navarra hasta cuatro listas se acaben disputando el espacio que actualmente ocupa Navarra Suma. Cinco, si se incluye a Vox.

En la Comarca de Pamplona ha habido otros movimiento similares. En la capital, por ejemplo, los nombres de la candidata, Cristina Ibarrola, y de su número dos, Carlos Salvador, se han impuesto por encima del grupo municipal relegando a un segundo lugar a los ediles actuales. En lugares como Barañáin o Burlada, la dirección de UPN también ha tanteado el relevo de las regidoras María Lecumberri y Ana Góngora, que se habían significado del lado de Sayas. Finalmente ambas repiten, pero en un ambiente muy enrarecido. En cambio, en Villava y Berriozar, los últimos candidatos de UPN, Richard García y Daniel Cuesta, esta vez encabezarán las listas del PP.

Paradigmáticos son también los casos de Cendea de Cizur o Villafranca. Allí los grupos municipales han optado por sortear la ruptura de Navarra Suma planteando una candidatura independiente que incluyera a representantes tanto de UPN como del PP. La respuesta de Esparza ha sido promover otra lista con sus propias siglas, forzando la división de la derecha donde se había tratado de evitar.

Porque en toda esta disputa se esconde también el intento de garantizar la lealtad de los comités locales, situando a fieles al frente de la organización local y de los respectivos grupos municipales con la vista puesta ya en el escenario posteelectoral, clave también para el futuro de UPN. Especialmente para Javier Esparza y su equipo, que posiblemente tendrán que hacer frente a una contestación interna si por tercera vez consecutiva el regionalismo queda apartado del Palacio de Navarra. Algo que, visto lo visto, parece lo más probable.