La galería de retratos que el historiador Edward Hallett Carr reunió bajo el nombre de Los exiliados románticos y que viera la luz allá por el 33 del pasado siglo, puede muy bien ser uno de los mejores trabajos reeditados recientemente por Anagrama para su colección Otra vuelta de tuerca. Afirmar algo así de un catálogo que reúne los Relatos autobiográficos de Thomas Bernhard, la Historia argentina de Rodrigo Fresán o las obras de Copi parece arriesgado, pero es un placer meter la pata en discusiones como ésta si de lo que se trata es de recuperar textos que abren los ojos de un muerto y ya ha pasado demasiado tiempo desde su primera edición.

Éste es el caso del libro de E.H. Carr, que sería su obra magna si no hubiera escrito la monumental Historia de la Rusia Soviética, sin ir más lejos. Porque es mejor no llegar tan lejos (tal es su magnitud) y comprobar que Los exiliados románticos es una de las mejores formas de narrar la historia, en este caso, la de aquellos que vivieron desde dentro los aparatosos cambios que hubo de experimentar la sociedad rusa desde mediados del XIX.

Como la Historia lo estruja todo (y arrincona lo que le apetece a cada historia), la aparición de libros como éste, que ya vio la luz gracias a esta editorial en 1969, es imprescindible. Lo es para el aficionado a la Historia, para quien se preocupe por el camino recorrido por las revoluciones en el último siglo y para quienes adoren la narrativa histórica heterodoxa, en la forma (Carr mezcla los fríos números y las cosas del corazón) y en el fondo, ya que no es una historia de los acontecimientos mil veces repetidos por los poderosos, son, más bien, la realidad más plana, que a quienes aquí aparecen, poco plana se les vino a caer encima.