Bien visto, Unai Iribar (Ibarra, 12 de junio de 1999) estaba destinado a ser ciclista. Jose Mari, su aita, fue corredor aficionado, y su tía, Arritxu, periodista en Euskadi Irratia, sigue la actualidad del ciclismo. Abrazado por esa insobornable afición, Iribar, brillante aficionado y a un dedo de convertirse en ingeniero (solo le resta el trabajo de fin de grado), abre los ojos en el profesionalismo con el Euskaltel-Euskadi. "Para mí es un sueño correr en el equipo de casa", dice el guipuzcoano desde Altea.

¿Cómo afronta la temporada de su debut más allá de haber disputado algunas carreras la pasada campaña con el Euskaltel-Euskadi?

—Con mucha ilusión. Estoy haciendo un buen invierno. El año pasado tuve la oportunidad de correr con el equipo las últimas carreras de la temporada. Pude conocer poco a poco la categoría y el funcionamiento del equipo.

¿Notó mucha diferencia respecto al campo aficionado?

—Sobre todo lo noté en el ritmo. Hay dos momentos en los que ves que se va a otra velocidad; en la primera hora de carrera, cuando se lucha para hacer la escapada, y en la última cuando se disputa la victoria. El otro elemento diferenciador es el control que lleva el pelotón. En aficionados las carreras son más locas.

¿Qué espera de su primer año completo en el profesionalismo?

—Tengo que ir poco a poco. Lo primero será adaptarse a la categoría. Supongo que me tocará trabajar para los compañeros e ir aprendiendo. Eso sí, si la temporada va bien y las piernas acompañan, no descarto meterme en la pelea por alguna etapa cuando esté al 100%.

¿Cómo se describiría como corredor?

—(Duda). Creo que para arriba voy bien, sobre todo en los puertos de entre 10 y 20 minutos de esfuerzo, y tengo velocidad para manejarme en grupos pequeños al esprint. Al menos en aficionados no se me daba mal. En profesionales ya veremos qué se me da bien y qué se me da mal.

¿Quién ha sido su ídolo?

—Desde siempre, desde pequeño, me ha gustado Nibali por su forma de correr, por cómo afrontaba las carreras y por cómo era capaz de sorprender al pelotón. También los hermanos Izagirre son un gran ejemplo. Son corredores que siempre me han gustado muchísimo. Siempre le dan un extra al equipo en el que corren. Cuando les toca trabajar trabajan como el que más y cuando tienen más libertad y les dan sus oportunidades, van y te sacan una etapa de la nada.

Ahora le tocará competir contra ellos.

—(Ríe) Sí, sí. Pero todavía me queda un largo camino para poder medirme con ellos. Vamos poco a poco.

¿Le gusta el ciclismo de ataque, el que manda ahora?

—Me gusta esa forma de correr, buscando las fugas y el poder sorprender de lejos. De algún modo es parecido al ciclismo que se corre en aficionados, un poco más alocado. En aficionados, cuando me sentía con opciones de disputar la victoria, guardaba para la última hora de carrera. Pero tampoco me importa jugármela de lejos.

¿Siempre quiso ser ciclista?

—Sí. De pequeño practicaba muchos deportes: natación, fútbol, atletismo, triatlón€ y, claro, ciclismo. En cadete de segundo año ya me centré en el ciclismo. Siempre he tenido el sueño de ser ciclista profesional y lo he conseguido. Hacerlo en el equipo de casa hace más especial ese salto. Recuerdo que solía ir al Tour, a la Itzulia o a la Clásica de San Sebastián a ver al equipo. Para nosotros, en casa, siempre ha sido el equipo de referencia. Me acuerdo de ir a la salida de la Clásica a hacerme fotos y conseguir autógrafos siendo un crío. A veces caía algún que otro botellín o una gorra, que era lo mejor€ Recopilé una foto de Samuel Sánchez, otra de Cancellara y otra de Gilbert y al año siguiente fui a que me las firmaran. Son algunos de mis tesoros.

¿Qué recuerdos tiene del Euskaltel cuando le seguía como aficionado?

—A mí me quedó muy grabado el día en el que Igor Antón, siendo líder de la Vuelta, se cayó en la aproximación a Peña Cabarga. Yo estaba en el puerto, esperando para animarle, con mucha ilusión, porque él estaba siendo el más fuerte de la carrera. Estábamos siguiendo la etapa por la radio y por la tele y nos enteramos de que se había caído. Fue un chasco. No fue un buen momento, pero se me que ha quedado en la memoria.

¿Qué carrera le gustaría ganar?

—Buah. Es una pregunta difícil. Las carreras que más me han llamado la atención han sido el Giro de Italia, la Itzulia, la carrera de casa, y el paso de los Pirineos por el Tour. Siempre ha sido muy especial para mí. Lo recuerdo cuando íbamos de críos a ver la carrera a apoyar a los ciclistas de casa.

¿Es consciente de que ya está en el otro lado?

—Bueno, creo que aún no soy muy consciente. Lo estoy asimilando. Pero me siento muy afortunado de estar en este equipo y poder vivir de lo que me gusta. Para mí el Euskaltel es muy especial, es el equipo de casa. Es el equipo referente de Euskadi.

¿Sabe cuál será su calendario?

—Aún no, pero el calendario de carreras está muy cargado y todos vamos a tener días de competición. No vamos a tener falta de calendario, al menos en el comienzo de la temporada.

El comienzo de curso se antoja muy importante para el Euskaltel-Euskadi, que pelea por una invitación para la Vuelta, el gran objetivo.

—Nos han transmitido que hay que empezar muy fuerte en las primeras carreras. Tenemos que demostrar que merecemos una invitación para estar en la Vuelta. Ese será nuestro objetivo: cargarnos de razones deportivas para que nos inviten.