El fútbol, a veces, escribe guiones que ni el mejor novelista se atrevería a firmar. Este fin de semana, en Grecia, el “derbi de los eternos enemigos” —el apasionado enfrentamiento entre Olympiakos y Panathinaikos— tiene un aroma muy navarro. En los banquillos, dos entrenadores españoles con pasado en Osasuna volverán a cruzar caminos: José Luis Mendilibar y Rafa Benítez. Dos técnicos con trayectorias muy distintas, pero unidos por una historia común en Pamplona.
El derbi ateniense es uno de los más encendidos del planeta. Separados por apenas una decena de kilómetros, Olympiakos, el club del puerto del Pireo, y Panathinaikos, símbolo de la capital, encarnan una rivalidad que trasciende lo deportivo.
A ese escenario eléctrico llega José Luis Mendilibar, que ha revitalizado al Olympiakos con su sello de trabajo, intensidad y compromiso. Enfrente, Rafa Benítez, fichaje estrella del Panathinaikos, desembarca con la misión de destronar al eterno rival y devolver a los “verdes” la gloria perdida. Ambos técnicos comparten un pasado en Osasuna, aunque ambos con un camino y un final muy diferentes.
El Mendilibar de Osasuna: garra, carácter y fútbol directo
Mendilibar aterrizó en Osasuna en febrero de 2011, en plena tormenta deportiva. Heredó un equipo que coqueteaba con el descenso y lo transformó en un bloque competitivo, de esfuerzo y presión constante. Su fútbol no tenía artificios, pero sí convicción.
En la temporada 2011-12 rozó los puestos europeos, un logro casi épico para un club modesto. Pamplona encontró en él un espejo de su identidad: trabajo, humildad y lucha sin concesiones. “Nos hizo creer que podíamos pelear con cualquiera”, recordaba recientemente un exjugador rojillo.
Su etapa terminó en 2013, tras un arranque complicado, pero Mendilibar dejó una huella indeleble. De Osasuna salió con la reputación de técnico de campo, sin adornos, de los que aprietan los dientes y no miran el reloj.
Benítez y su breve paso por Pamplona
Muy distinto fue el paso de Rafa Benítez por el banquillo rojillo. Corría la temporada 1996-97 y el técnico madrileño, entonces un joven entrenador con ideas nuevas, aceptó el reto de dirigir a un Osasuna que buscaba volver a Primera. Sin embargo, la aventura duró poco: apenas nueve jornadas, siete puntos y una destitución rápida.
Aquel episodio, aunque breve, formó parte del aprendizaje que moldeó al Benítez posterior: el estratega meticuloso, amante del detalle, que más tarde conquistaría la UEFA con el Valencia, la Champions con el Liverpool y dirigiría a clubes de élite como el Real Madrid, Chelsea o Inter de Milán. Pero en Pamplona no encajó.
“En Osasuna aprendí que el fútbol no espera”, reconocería años después. Una lección dura, pero formativa, que hoy parece cobrar un curioso sentido en su reencuentro indirecto con Mendilibar.
El reencuentro en Grecia
La historia quiso que ambos caminos se cruzaran nuevamente lejos de Pamplona, bajo el sol mediterráneo de Atenas. Mendilibar ya ha dejado su sello en el Olympiakos, con el que conquistó la Superliga griega y devolvió el entusiasmo al Pireo. Benítez, recién llegado al Panathinaikos, busca iniciar un nuevo ciclo ganador en el eterno rival.
El derbi, ya de por sí un volcán, suma ahora una capa de emoción extra: el duelo táctico y emocional entre dos exentrenadores de Osasuna que representan dos formas de entender el fútbol… y la vida.