l fútbol no se juega con la manos. Salvo la excepción de los porteros. Pero ya se sabe que los guardametas son los sepultureros del gol porque sin gol no hay fiesta. Ni tragedia en el otro bando. Al fútbol, como indica la raíz del vocablo en inglés, se juega con los pies. Hacer un gesto de habilidad con una pelota en los pies es más complicado que hacerlo con las manos, por la aparente rigidez de la extremidad y por lo complicado de coordinar la posición del golpeo con las piernas, con el tronco y hasta con la correcta colocación de los brazos. Vean si no el penalti ejecutado ayer por Roberto Torres, cómo acomoda el cuerpo para acariciar con la bota el balón y conseguir, primero, engañar al portero y, luego, trazar esa parábola lenta, ese vuelo angustioso para depositar limpiamente el balón en la red. Un homenaje al checo Panenka, el futbolista que más congoja sigue provocando en los estadios a pesar de que se retiró hace 27 años. Con esa ejecución, Torres ha sembrado también la incertidumbre entre los scouters porque es imposible identificar, analizando los cinco penaltis que ha ejecutado estas temporada, si ajustará la pelota a un palo o al otro, si la pondrá por el centro o, en el colmo del malabarismo, si buscará un toque en el larguero como una carambola a tres bandas. Y todo eso pudiendo elegir entre el pie derecho o el izquierdo.

Pero las manos comienzan a cobrar un papel determinante en el desenlace de los partidos. La puesta en marcha del VAR (una herramienta muy útil en un deporte que ha esquivado durante muchos años la ayuda de la tecnología) está llevando las cosas a un extremo que roza la esquizofrenia. De ser un apoyo para el colegiado principal, el VAR ha pasado a rearbitrar los partidos y es el contacto del balón con las manos o con el brazo dentro del área la causa de más sanciones y polémicas. El cuarteto arbitral está pendiente de las manos y los futbolistas también. He leído que ahora los equipos juegan a provocar manos en el área. No me parece ningún disparate: así consiguió ayer Osasuna tres puntos que le ponen a dos pasos de la permanencia. Con tremendas dificultades en el juego combinativo y entregado a un fútbol directo, el equipo de Arrasate sacó petróleo de una acción en la que el balón pega en el muslo del defensa y después en el codo de un brazo recogido. El árbitro lo ve muy claro y sancionan sin esperar el aviso del VAR. Yo creo que tanta meticulosidad va a obligar a los futbolistas a entrenar la colocación de brazos y manos porque si no la sangría de penaltis va a terminar cambiando el fútbol.

En fin, las manos de Rubén Martínez sostuvieron a Osasuna tras el 1-0 al desviar un chut de Darder; las de Aridane provocaron una falta lateral amenazante que quedó en nada; las de Diego López ocasionaron su expulsión y las de Cabrera, el defensa que le sustituyó bajo los palos, quedaron inéditas porque los rojillos, abrazados a una victoria redentora, ni le pusieron a prueba. Ya digo, solo Roberto Torres, que también trazó una bella jugada en el 61 con chut que atajó el portero, recordó cuál es la esencia del fútbol. El que se juega con los pies.