En los frontones del Pirineo lleva un tiempo resonando con fuerza un sonido que recuerda a otros tiempos pasados, el sonido de una pelota lanzada por una curiosa raqueta hecha de mimbre y tejida en forma de red. Se trata del xare (“red” en euskara), una de esas modalidades singulares y desconocidas de la pelota vasca que, si bien hace unos años estaba en Navarra en peligro de extinción, ha resurgido de sus cenizas gracias al Club de Pelota Auñamendi. Y, hoy, son ya casi una treintena los pelotaris que lo practican, llegando a cosechar éxitos como la reciente plata conseguida en el Mundial de Trinquete Sub-23 de Argentina.
Deporte de antaño
El xare, que aparece a mediados del XIX en Iparralde, ya se practicaba en Navarra hace más de 100 años, pero desapareció completamente hasta que en 1981 el Bost Kirol de Mezkiritz, creado con el objetivo de revitalizar modalidades antiguas de pelota, lo recuperó de forma experimental. También entre el año 1984 y 1989 se organizaron los primeros torneos navarros de Xare en Lekunberri. Aún así, la falta de trinquetes y de una estructura competitiva impidió su consolidación y el interés fue decayendo con el tiempo.
La situación cambió tras el Mundial de Pelota de 2002 en Pamplona, que impulsó la construcción del trinquete de Mendillorri. A partir de ahí, surgieron nuevos focos de actividad en clubes como Plazaola-Irati, Aoiz y Lekuona-Herriko Txoko, donde aficionados veteranos procuraban mantener viva esta modalidad, aunque sin llegar a haber una estructura clara.
El verdadero punto de inflexión llegó con el club Auñamendi, que incorporó el xare entre las disciplinas de su escuela casi por casualidad. Tradicionalmente centrado en la pelota mano y la paleta goma femenina, el club que enseña a pelotaris de los valles pirenaicos de Erro, Aezkoa, Arce y las localidades de Auritz/Burguete y Luzaide/Valcarlos, empezó a ofrecer xare como alternativa para jóvenes que abandonaban la pelota mano por su dureza. “Habíamos detectado que muchos chavales dejaban de jugar a pelota con 15 ó 16 años porque se les hacía muy duro. Intentamos insertar otras modalidades, pero nunca había cuajado ninguna, hasta que se probó con el xare”, dice el presidente del Club Rafa Carballo, mencionando al entrenador Aitor Zazpe por su impulso e insistencia.
Así, comenzaron a introducir esta modalidad en las clases, alternándolas junto a paleta cuero o paleta argentina. En ese intento de mantener a la juventud en “un deporte que es el nuestro y que está en nuestras raíces”, en 2017 propusieron a Ion Retegi, quien fuera alumno de la Escuela, dar clase exclusivamente de xare, al estar éste aprendiendo en Plazaola. “Dejar la pelota mano no tenía por qué significar irse de los frontones, así que probamos. Resultó ser un grupo homogéneo en cuanto a edad y facultades y se acabaron enganchando”, asegura el primer entrenador.
Tanto es así que estos primeros alumnos formados desde cero en Auñamendi marcaron el inicio de una nueva etapa. En gran parte, les cautivó la singularidad de la herramienta. “En el xare, la pelota no se golpea, se recibe frenándola para lanzarla, lo que en mano llaman atxiki. Todo en un gesto rápido que no debería producir casi sonido si se ejecuta correctamente”, añade Retegi. Uno de sus primeros alumnos a los que le atrapó el xare es Joseba Erro, vecino de Aurizberri-Espinal de 25 años. “En mano, empezábamos a jugar con pelotas mixtas y con tacos y no andaba a gusto.
Pero luego nos enseñaron muchas modalidades y nos picamos con el xare, un deporte que no conocíamos, pero que preguntando en casa supimos que en el pueblo antes se jugaba”, recuerda. Desde entonces, despertó su interés. “Me cogía pelotas de tenis de casa y me iba al frontón a entrenar solo, porque no había nadie con quién jugar. Al principio sufría mucho de las muñecas, pero luego ya le cogí el gustillo y me encantó”, confiesa. Desde entonces, además de los entrenamientos, se fue codeando con pelotaris de alto nivel en la selección española y llegó a quedar subcampeón en el Mundial de Biarritz. “Yo no aspiraba a ir a un mundial ni siquiera a un campeonato; simplemente, el xare me llamó la atención por ser diferente. Me encantó por su velocidad, por poder colocar la pelota donde quieres y por lo vistoso que es”, manifiesta.
Otro de los alumnos a los que le fascina este deporte es Lizar Arostegi. Al mudarse a vivir de Iruña a Abaurregaina, su madre le puso como condición apuntarse a xare si quería seguir jugando a fútbol. Ése fue su primer contacto directo con la pelota vasca. “Nunca había jugado a pelota y el primer día que probé el xare ya le dije al ama que me gustaba, que tenía su gracia”, dice entre risas. “Lo que más me gustó es el ambiente con los compañeros. Es un deporte poco conocido, pero en la zona saben lo qué es y eso me ayudó a hacer más amigos”, añade. Lo cierto es que, entrenamiento a entrenamiento, este último año Lizar está subiendo de nivel, después de ganar varios campeonatos importantes, y entrar en la preselección española de cara al recién disputado Mundial sub23 en Trinquete. “Está muy chulo jugar con profesionales. Me gusta la herramienta, cómo es el sonido en el frontón y cómo se juega en trinquete. No me arrepiento para nada”, reconoce.
Humildad
Lo que comenzó hace casi una década como una pequeña prueba en el humilde Club Auñamendi ha evolucionado hasta convertirse en un proyecto que sigue sumando adeptos cada año. Actualmente, el número de xarelaris en Auñamendi ha crecido hasta llegar a los 30 pelotaris, distribuidos entre las categorías senior, juvenil, cadete e infantil. A pesar de mostrarse abiertos a la participación femenina, en quien no ha cuajado es entre las chicas que lo han probado. De todos modos, en los últimos años, niños de tan sólo 8 y 9 años ya han empezado a practicar esta modalidad (algo que nunca antes se había conseguido en Navarra) y, con el tiempo, quizás se anime alguna fémina.
En parte, este crecimiento ha sido posible gracias a la consolidación del trinquete de Garralda a principios de este año, donde se entrenan semanalmente los xarelaris. En este espacio se celebran también los Juegos Deportivos de Navarra en la modalidad de xare, lo que ha proporcionado un escenario ideal para que los jugadores se desarrollen y compitan. “Antes tenían que ir a Pamplona, pero tenerlo aquí en el Pirineo ha hecho que el xare suba exponencialmente. Primero porque entrenan todas las semanas y, segundo, porque tienen competición muy a menudo”, explica el presidente del Club, agradeciendo también a la Federación Navarra de Pelota Vasca por ceder las instalaciones de Larrabide y Mendillorri y coordinar los entrenamientos semanales de la selección navarra.
De hecho, el xare navarro cuenta actualmente con un calendario competitivo estable, que incluye el Campeonato Navarro individual en frontón, la Copa Navarra, el Campeonato Navarro Parejas y el Campeonato Navarro Individual en Trinquete, que se celebrará por primera vez en Garralda. Además, varias parejas de pelotaris participan en el campeonato de Iparralde y el Open de España. “Ahora mismo, nuestros pelotaris pueden llegar a disputar hasta 35 partidos oficiales por temporada, sin contar torneos internacionales”, detalla Carballo.
Con todo, en pocos años, el nivel competitivo del xare navarro ha crecido de manera notable. Pelotaris como Joseba Erro, Santi Hualde, Lizar Arostegui o Peio Carballo han logrado resultados destacados en torneos nacionales e internacionales, llegando incluso a formar parte de la selección española de xare y obteniendo éxitos a nivel mundial. “Tampoco nuestro propósito es ganar títulos, sino recuperar el xare, crear cantera y que se juegue a pelota en la zona. Si luego llegan los éxitos, significa que estamos haciendo las cosas bien”, concluye.
Con una cantera llena de ilusión y talento, entrenamientos regulares que forjan lazos y una estructura competitiva que crece con cada paso, el xare ha dejado de ser sólo un eco del pasado para convertirse en un camino sembrado con futuro. El primer sueño ya se ha hecho realidad: los chavales no sólo siguen jugando a pelota, sino que la sienten, la disfrutan y la hacen suya con una pasión que trasciende el juego. Ahora, solo falta que esa pasión contagie a nuevas generaciones.