Huesca, a los pies de la cordillera pirenaica, es un de esos lugares de paso en el que el ir y venir de viajeros, comerciantes, ejércitos han dejado una profunda huella desde la Edad Media, cuando los conflictos entre musulmanes y cristianos, entre reinos vecinos y reyes lejanos, obligó a tejer una red de fortalezas permanentes para vigilar las mugas tras la caída de los visigodos con la llegada de los musulmanes.

Entre los siglos X y XI el sur de los pirineos estaba dominado por el oeste con el reino de Pamplona primero y reino de Navarra después, por la Marca Hispánica creada por los francos en el este que dio paso al Condado de Barcelona y por los musulmanes de la dinastía Banu Quasi en el centro, donde más o menos se encuentran ahora Huesca y Zaragoza. Las tensiones bélicas movían las fronteras y los castillos aparecieron para fijarlas. En la provincia de Huesca, rodeando el Parque Natural de Sierra de Guara, una red de castillos creció, unos de origen musulmán y otros cristianos a los largo de esta época. Todo ellos se pueden visitar en nuestros días.

Por la línea del norte

El castillo de Biniés. Turol Jones

Nada más dejar atrás el pantano de Yesa, al llegar a Berdún se coge el desvío hacía el castillo de Biniés, que desde su altozano de vigila la vega del río Veral y el valle de Ansó en pleno Camino aragonés a Santiago, frente a la muga con Navarra y una de la rutas que llevan a Francia. Es una fortaleza del siglo XII, los restos más antiguos que ahora se pueden ver son góticos, construida en mampostería con sillares en las esquinas, puertas y ventanas. Un estilo similar al resto de las arquitectura local. En el siglo XVI fue muy reformado. Renacentistas son, por ejemplo, las pinturas de la capilla y muchas de las ventanas, que ampliaron las aspilleras medievales para darle mayor habitabilidad.

La siguiente fortaleza es más moderna. La Ciudadela de Jaca, cuyo nombre oficial fue fuerte de San Pedro, es una plaza fuerte del siglo XVI que sigue las ideas italianas para defender plazas fuertes con su forma de estrella pentagonal. Su imagen es muy similar a la de Pamplona, aunque la jacetana mantiene su estructura integra. Su uso militar concluyó en 2008 pero no olvida su pasado y en su interior se puede visitar el Museo de Miniaturas Militares, que muestra dioramas de ejércitos desde el antiguo Egipto hasta la actualidad, y en la Sala de las Batallas la exposición permanente Hechos de Armas, Hechos de Arte(), un conjunto de cuadros de diferentes autores y distintas épocas, escuelas y técnicas, que recrean diversas batallas.

Bordeado el Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara por el norte se alcanza el castillo de Ainsa, en pleno corazón de la localidad y que en la actualidad, debidamente consolidado sus restos es escenario del Festival del Castillo de Ainsa. Su origen también se remonta al siglo XI, en plena lucha entre cristianos y musulmanes. Se levantó para consolidar el dominio cristiano sobre este territorio recién arrebatado a los musulmanes. Pero los tiempos cambian y también los presuntos enemigos, por lo que en el XVII se modificó para hacer frente a amenazas que vinieran del norte.

El frente del este

En el este de la provincia de Huesca, frente a los límites de Lleida, en la que entre los siglos IX y XI eran la Marca Hispánica aparecieron varios condados de origen carolingio, entre ellos el de Ribagorza, que ocupaba esta zona de Huesca arrebatada a los musulmanes y que se enfrentó al dominante de Barcelona. Son varias las fortaleza, torres y castillos que recuerdan turbulento periodo medieval.

La torre de Abizanda y la iglesia compiten en altura. Parestesias

El castillo de Samitier, en el alto del Tozal, es el primer ejemplo que se puede encontrar. Del siglo XI es un conjunto militar y religioso del que queda en pie la que parece ser torre del homenaje, restos de la muralla y la ermita de San Celedonio y San Emeterio. Le sigue el castillo de Abizanda, en la comarca de Sobrarbe, una espectacular torre de piedra de 25 m de altura rematado con una balconada y tejado de madera levantada en el siglo XI y que vigila el valle del Cinca y el río Isábena. Tras ser restaurado alberga el Museo de Creencias y Religiosidad Popular del Pirineo.

La siguiente parada es el castillo de Fantova, en la comarca de Ribagorza. La torre circular, junto con la ermita de Santa Cecilia y restos de los lienzos de la muralla es lo que queda de un conjunto militar del que se tiene noticia desde el siglo X, en plena confrontación entre los reinos cristianos y los musulmanes. En su proximidad se pueden ver dos tumbas antropomorfas características de esta época en la zona prepirenaica.

El puesto más avanzado hacia Lleida es el castillo de Benabarre, también fue sede y palacio de los condes de Ribagorza. El recinto defensivo original, en el cerro rocoso que domina el pueblo, es musulmán pero después se construyó el actual tras su conquista por fuerzas aragonesas. Sucesivas guerras, desde la sublevación catalana del siglo XVI hasta las carlistadas del XIX, lo redujeron a ruinas. A partir de los años 90 del pasado siglo se restauró y ahora se puede visitar.

La defensa del sur

En el castillo de Monzón la ruta gira hacia el oeste para encaran hacia la ciudad de Huesca. Esta fortificación, que como casi todas las de esta zona se alza sobre un alto que domina el pueblo y los alrededores, primero fue un baluarte musulmán que tras ser tomado paso a ser un castillo de la orden del Temple. Desde entonces ha sido parte de numerosos hechos de armas hasta el siglo XIX y en la segunda mitad del XX terminó su historial militar. El debate actual se centra en qué hacer con la escultura del Sagrado Corazón que asoma por encima de sus murallas.

Vigilando una de las entradas a la sierra de y los Cañones del Guara aparece el castillo de Alquézar, también conocido como colegiata de Santa María la Mayor, ya que tras ser conquistada por el rey Sancho Ramírez se le añadió una capilla, dos torres y una muralla. Esta capilla fue sustituida en el XVI por la actual colegiata. En el destacan las pinturas de su claustro.

Al llegar a la capital, el viajero se encuentra el castillo de Montearagón. Es un conjunto arquitectónico fortificado compuesto de un castillos, una iglesia y de un monasterio real que se convirtió en lugar de enterramiento de reyes aragoneses.

Superada la ciudad de Huesca, el final de esta ruta se encuentra en la fortificación más famosa de la provincia, el castillo de Loarre, en la comarca de la Hoya. Se le considera el castillo románico mejor conservado de Europa a pesar de estar abandonado desde el siglo XVI. En la actualidad es el que más turistas recibe