El otro día escuché en la radio que el consejero delegado de General Electric Digital, de cuyo nombre no quiero ni puedo acordarme, había mostrado su malestar porque la huelga de metro estaba causando molestias en el Mobile World Congress. Al parecer, el conflicto laboral por el que los trabajadores reclaman un 3% de incremento salarial, ha perjudicado su fin de semana en Barcelona. Pues me alegro, que quiere que le diga señor General Electric. Me alegro que esté usted incómodo, que le salga alguna ampolla y que haya tenido molestias por el hecho de que unos trabajadores hayan planteado una reclamación laboral (vaya por delante que no sé si es justa o no). Es, en cierta manera, una forma de cierta justicia poética porque seguro que no tuvo ninguna pesadumbre, preocupación ni sintió ningún escozor en el juanete cuando plantearon el despido de 6.500 personas en toda Europa, 500 de ellas en España. Quizás tuvo que caminar en demasía para poder encontrar un taxi o quizás el tráfico estaba algo complicado, pero en fin, nada que una buena cena o un buen masaje no pueda solucionar. Frente a ello habría que poner las noches sin dormir que llevan cada una de esas familias y, como ejemplo, podríamos poner la angustia que estarán viviendo los trabajadores de Buñuel y Tudela. En medio de toda esa polémica que ha vivido Barcelona me ha llamado la atención la postura de la alcaldesa que en una carta trató de explicar por qué se oponía a la huelga. “Como alcaldesa tengo unas responsabilidades diferentes a las que tenía antes, pero me mueve exactamente la misma voluntad: hacer lo posible para trabajar por el bien común”. Siempre me ha sorprendido la gente que sabe diferenciar cuándo sus opiniones son como un humilde peón y cuándo como rey del tablero, o cuándo lo son como trabajador y cuándo se pasa a la dirección. Quizás peco de maximalista pero no creo que sea coherente cambiar de opinión sobre algo según el prisma desde el que se vea. Para eso es mejor curarse en salud, revisar todas las visiones que se pueden tener sobre un tema y, después, dar tu opinión para luego no estar obligado a cambiarla porque haya variado tu sueldo o tu status. Eso pasa más a menudo de lo que creemos.